Cristianos en salida, santos del presente
76 actas del vii congreso católicos y vida pública en las que el hombre se quede al margen de la sociedad y de la vida: las adicciones, la etc. Juan Pablo II llamó estas realidades «las nuevas pobrezas». Veamos un poco cómo se produce esto y qué dice la Escritura sobre esta cuestión del centro y las periferias, referidas al hombre, a su relación con el Creador, la creación y sus semejantes. Naturalmente, en la vida nos ponemos en el centro: no es algo por fuerza patológico o negativo, ponerse en el centro define nuestra cotidianidad en la familia, en el trabajo, y en otros aspectos de nuestra vida. Esto es natural. La psicología ha estudiado a fondo la cuestión. Pondré un ejemplo que nos ayudará a comprender esta tendencia a colocarnos en un centro: los niños. El mecanismo infantil del poseer para construir la propia identidad. El niño tiene un problema de identidad. Su primera experiencia de identidad la tiene con la madre entendida como fuente de placer y de nutrición. Esta etapa narcisista es siempre destructiva del otro. Existe solamente mi centro y lo demás no cuenta. Por esto, el niño, en este proceso de búsqueda de identidad, en la relación con la madre no es inocente. Comprobamos que los niños suelen ser egoístas, crueles, etc., no porque el niño sea malo, sino porque formando su identidad, necesita construir su «centro». En esta primera fase todo es periferia, menos el niño que está en el centro de todo su universo. Basta observar un grupo de niños que juegan en un parque infantil y la manera de relacionarse con los demás niños en la posesión de los objetos: la palabra de orden en estos ambientes es “MÍO”. A través de la posesión de los objetos se va afianzando su identidad. El niño tiene que pasar de esta fase, fundamental para su desarrollo, a otra. Una mujer, en mi parroquia, después de haber predicado el Evangelio sobre Jesús y los niños y haber dicho estas cosas, vino a la sacristía y me dijo: «Padre mire usted, si el cielo está lleno de niños, yo ya le digo que no quiero ir». Muchas veces, esta fase de la infancia no evoluciona cuando tendría que hacerlo, sino que se prolonga, o mejor, se vuelve a presentar constantemente en diversas formas a lo largo de la vida, es como una tendencia siempre presente. En algunos sujetos es una condiciónperenne. Y existe siempre en cada uno de nosotros una «tendencia», lo que siempre se llamó «pecado original». Es la tendencia que tenemos a hablar de “mi” centro: mi mujer, mi empresa, mi carro, lo que me he sacrificado para
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