El desafío de una educación solidaria
100 actas del viii congreso católicos y vida pública Junto a eso, es cierto que los jóvenes tienen más medios y posibilidades que cualquier generación anterior a la suya. Lo que hay que hacer es mostrarles un ideal y un proyecto con el que quieran comprometerse. Pero se trata de proponer y no de imponer, precisamente para que ellos lo hagan suyo. Y para ello hay que estar convencido de que nuestra propuesta es mejor. Mejor para la sociedad y para cada uno de ellos. Más próspera, más fructífera, más exigente. Y no produce hastío. Ahí por supuesto entra en juego la libertad de cada uno. Ciertamente que no es absoluta, en el sentido en que no es ajena a lo que el hombre es, a su propia naturaleza, a los datos que nos vienen dados por ella. Porque no hay libertad sin conocimiento. Pero igualmente no hay libertad si hay imposición. Y en última instancia uno, en el uso de su libertad, elige una cosa u otra. La elección no se convierte en buena por el hecho de haberla elegido, que es lo que pretenden el relativismo y el subjetivismo, pero al fin y a la postre opta por una cosa u otra, en definitiva por el bien o por lo que no es el bien. Recordaba san Pablo VI que “es comúnmente compartido que «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, […] o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio »” 13 . Ahora los que deben formar, los que debemos formar, no basta con que sepamos la teórica; es decir, no basta con que sepamos el mensaje que debemos transmitir. Es necesario que lo vivamos y que sepamos cómo transmitirlo. Es necesario que los jóvenes puedan reconocer la coherencia de una propuesta en la que, quienes la hagan, estén comprometidos con ella. En la que el ejemplo y el testimonio sean la muestra de que se puede vivir así y que es una vida buena. No importa que sea exigente, es más, es mucho más atrayente si lo es. Tiene que serlo, porque de otra manera no es más que algo aleatorio, fácil, y que no se diferencia, en el fondo, de las otras propuestas que no tienen recorrido. Si decíamos que hay que proponer la virtud, esto implica hacer fuerza contra uno mismo, no dejarse llevar por lo fácil, si no empeñarse en lo bueno. 13 san Pablo VI exhortación apostólica Evangelii nuntiandi , 8 de diciembre de 1975, n. 41.
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