El desafío de una educación solidaria
102 actas del viii congreso católicos y vida pública Hay que comenzar por lo más básico para, desde ahí, ir construyendo una sociedad mejor. Por eso es importante empezar por lo más concreto, el respeto a la persona y que, cada uno, tenga lo que le corresponde: un salario digno y justo adecuado a su trabajo. Pero ese es el inicio, no la meta. Un orden social más justo implica el desarrollo de instituciones, la confianza en ellas, el fortalecimiento de la autoridad y de la participación de manera simultánea. Una solidaridad que no atienda a esa perspectiva acaba siendo infecunda. Por eso resultan paradójicas tantas propuestas que, bajo el paraguas de la solidaridad, se alimentan de la confrontación y de la hostilidad. Buscan los puntos en los que el otro pueda ser derrotado y suponga una nueva victoria que acerque a la sociedad un paso más al conflicto. Los problemas socioeconómicos solo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida, la paz del mundo depende de ella. 16 La paz del mundo, que nos excede y con mucho, debe comenzar por la actuación concreta de cada una de las personas. Debe comenzar por el ideal de los jóvenes de lograr unmundomejor,más justo,más desarrollado. Eso conlleva esfuerzo, trabajo, y sin duda ninguna, formación. Por eso, también en el ámbito de la educación es necesaria una perspectiva solidaria que aborde todas las perspectivas, que atienda las distintas realidades, que no implique la devaluación del “maestro”, sino su fortalecimiento porque los alumnos le reconozcan su autoridad propia. Una educación solidaria que se base en el respeto, en buscar el bien del otro y, por supuesto, buscar y amar la verdad. La consecuencia, es el desarrollo y la mejora personal y social. Y el Catecismo de la Iglesia Católica continúa reafirmando: 1916. La participación de todos en la promoción del bien común implica, como todo deber ético, una conversión , renovada sin cesar, 16 Catecismo Iglesia Católica punto 1941
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