El desafío de una educación solidaria

103 el desafío de una educación solidaria de los miembros de la sociedad. El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia. Es preciso ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoren las condiciones de la vida humana (cf GS 30) 17 1914. La participación se realiza ante todo con la dedicación a las tareas cuya responsabilidad personal se asume: por la atención prestada a la educación de su familia, por la responsabilidad en su trabajo, el hombre participa en el bien de los demás y de la sociedad. (cf CA 43). 18 Es fundamental insistir a tiempo y a destiempo, si es que hubiera destiempo, en estas dos características: la responsabilidad y la participación. En un momento en el que continuamente se reclaman los derechos (personales, sociales, políticos y civiles) es necesario también recordar los deberes. Recordar que las cosas se consiguen con esfuerzo y que los cambios sociales se producen con el compromiso decidido de los que se empeñan en esa tarea. No cabe, por tanto, escudarse en el ambiente contrario, en lo mal que están las cosas, en que es imposible que yo cambie nada. Por eso los ejemplos que se citan son los más inmediatos: la atención a la familia y la responsabilidad en el trabajo. Y por eso también se hace una dura crítica a aquellos que, argumentando cualquier cosa, procuran justificar no solo su falta de compromiso. sino también conductas contrarias a “las exigencias de la justicia”. Tampoco es baladí la referencia al fortalecimiento de las instituciones. Instituciones que sirvan al bien común y que protejan a la persona. Porque es en ellas donde la persona se va a encontrar arraigada, donde va a aprender la importancia y la exigencia del bien, la verdad y la justicia. Donde va a encontrar el apoyo y la protección ante las posibles arbitrariedades o injusticias. Y donde va a desarrollar más y mejor sus propias capacidades sin perder su propia identidad. Por lo que nos toca, esas instituciones, precisamente por su servicio al bien común, están también al servicio de la formación y del desarrollo integral de los jóvenes. Para que ellos encuentren el camino por el que 17 Ibid 18 Ibid

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