El desafío de una educación solidaria

105 el desafío de una educación solidaria Nosotros estamos en una universidad católica que no deja de tener la misma misión, ya no para niños, sino para jóvenes que buscan formar su propio criterio y actuar sobre la realidad que les rodea. Por eso la responsabilidad de la universidad es tan grande. Por eso también se trata de enseñar sin renunciar a los propios principios, y al mismo tiempo, en un gran ámbito de libertad. 40. La escuela católica debe convertirse en una comunidad educativa en la que la persona se exprese y crezca humanamente en un proceso de relación dialógica, interactuando de manera constructiva, ejercitando la tolerancia, comprendiendo los diferentes puntos de vista y creando confianza en un ambiente de auténtica armonía. Se establece así la verdadera comunidad educativa , espacio agápico de las diferencias. La escuela-comunidad es lugar de intercambio, promueve la participación, dialoga con la familia, que es la primera comunidad a la que pertenecen los alumnos. 41. «la formación integral del hombre como finalidad de la educación, incluye el desarrollo de todas las facultades humanas del educando, su preparación para la vida profesional, la formación de su sentido ético y social, su apertura a la trascendencia y su educación religiosa». 21 El testimonio personal, unido con la profesionalidad, contribuye al logro de estos objetivos. La verdadera formación, la verdadera tarea del maestro en todo su sentido, no impone sino que propone desde una perspectiva en la que el respeto sea fundamental. También por ello, el otro sabe reconocer al maestro y al atractivo de sus propuestas, y las sigue, adecuándolas a su propia vida y al mismo tiempo adecuando su vida a esas propuestas; que no deben ser otras que el bien, la verdad y la justicia. Por eso, y concluyo, no hay una tarea más apasionante que la de poder acompañar a las nuevas generaciones, a cada uno de los jóvenes, en ese proceso de maduración, de afrontar los nuevos desafíos, de afianzar la realidad de toda la vida que se abre ante ellos. Un acompañamiento que exige también al maestro ser consciente de la realidad, de las circunstancias, de los anhelos y de la propia libertad de los jóvenes. 21 Congregación para la Educación Católica, El laico católico testigo de la fe en la escuela , 15 de octubre de 1982, nn. 16-17.

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