El desafío de una educación solidaria

109 el desafío de una educación solidaria los créditos necesarios y graduarse. El fuego interno se ha apagado, el afán de participar en el torneo intelectual, de romper lanzas por algún ideal, de encontrar, descubrir, inventar se ha desdibujado. A pesar de todos los créditos que el registrador le adjudique, el estudiante dejó de ser universitario; está matriculado, pero sus intereses son ajenos a sus rutinas estudiantiles. (…) En espíritu ha desistido de la universidad, y sin embargo solo había llegado a la antesala de ella. Hace más o menos tres años yo pensaba ser un buen profesor: preparaba bien mis clases y estaba convencido de que lo que yo les decía a mis estudiantes era algo útil, razonable, incluso interesante para ellos. Pero en un cierto punto sentí que eso no era suficiente. Empecé a sospechar que no se trataba de partir de mí (es decir, de lo que yo pensaba fuera relevante para ellos; de lo que, según yo, fuera importante que aprendieran), sino de ellos mismos. De hecho, me preguntaba: ¿Quiénes son mis estudiantes? ¿Qué yo sé de ellos, de su vida y de sus experiencias? Y me di cuenta de que no sabía nada (o muy poco), de que a eso no le prestaba atención. Pero además, había otra percepción queme “incomodaba”, que nome dejaba tranquilo: dentro del salón. Dando mi clase, mi “performance” era bueno, pero fuera del salón, cuando a mis estudiantes me los encontraba en los pasillos, en el quiosco o en los banquitos, mi “performance” no era igual de brillante: no tenía mucho que decirles (más allá de una que otra palabra cordial o chistosa); era como si mi “autoridad”, que en el salón se agrandaba, fuera del salón se “desinflara” y enmudecíera. Al explicar en la clase, mis conceptos lucían claros, sólidos y sabios; pero fuera del salón, en la conversación cotidiana, frente a los problemas y situaciones cotidianos de los que me hablaban o me enteraba, esa claridad se empañaba, esa solidez empezaba a tambalearse. Muchas veces, no sabía qué decir: ¡No tenía las ideas tan claras como las que tenía en mis apuntes para la clase! Apartir de ahí, decidí dos cosas: 1. Teníaquepartir demis estudiantes, tenía que darles salida (darles la posibilidad de “salir”) y cabida a sus experiencias. 2. Tenía que “tirarme al agua”, tenía que exponerme y arriesgarme a poner en juego mi experiencia: ni más ni menos de lo que sé, de lo que creo, de lo que vivo. Añado solo un detalle, para acercarme a las experiencias de mis estudiantes me sirvo de una herramienta que me ha resultado útil: una

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