El desafío de una educación solidaria

113 el desafío de una educación solidaria puedan “encajar” mejor en el sistema o para que lo cambien? Y si fuera así, entonces ¿qué hacer? Confieso que no tengo una respuesta. Lo único que puedo añadir es que pensando en estas cosas vino a mi mente espontáneamente lo que san Juan Pablo II llamaba la “civilización de la verdad y del amor”. la “civilización de la verdad y del amor” La civilización de la verdad y del amor puede ser una alternativa, porque es una alternativa al sistema: a la cultura del descarte, a nuestro modelo de desarrollo. Es otra civilización. Es un ideal grande, que precisamente por esto puede ser atractivo; pues, sin un atractivo grande, uno no se resigna a comprometerse en lo pequeño, en lo cotidiano. No obstante, frente a la propuesta de JuanPablo II, la de la civilización de la verdad y del amor, me planteo una pregunta: ¿Es posible tomar en serio esa propuesta? No sé ustedes, pero yo confieso que, cuando escuchaba estas palabras, las escuchaba con reverencia, pero en el fondo, no me cambiaban. Las palabras quedaban dentro de mí, pero no llegaban a ser principio de pensamiento y de acción. Tengo que reconocer que estas palabras, verdaderas y bonitas, en el fondo no disipaban del todo la sospecha de que en realidad fueran ingenuas (es decir, “impresentables”) y utópicas (es decir, imposibles de vivir). Pero ¿qué quiere decir “tomar en serio” estas palabras? Pienso en dos cosas: i. Por un lado, para combatir la duda de que estas palabras sean utópicas , hay que empezar a practicarlas aquí y ahora, en nuestras relaciones cotidianas: con nuestros estudiantes y entre colegas. Para esto, hay que vencer otra tentación, la de decir: “Eso de amar a los demás son palabras mayores, pues yo no soy capaz de tanto… ¡Y mis colegas tampoco!” Es verdad, yo no soy Madre Teresa ni sor Isolina, pero tampoco hay que serlo para empezar a practicar el amor. Ciertamente hay una desproporción grande entre ese amor y mi vida cotidiana, pero entre todo y nada hay infinitos pasos intermedios. Como suele decir nuestro presidente: “El bien es posible”. ii. Por otro lado, para combatir la duda de que hablar del amor y de la verdad en el mundo de hoy sea una ingenuidad, creo que hace falta un trabajo cultural. Es decir, hace falta darle dignidad

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