El desafío de una educación solidaria

115 el desafío de una educación solidaria y editoriales. El resultado de esta estrategia fue que en los años 60 al 70 el partido comunista italiano llegó a ser el mayor partido comunista de Europa occidental y que, incluso los historiadores católicos, leían la historia con categorías marxistas. Ahora bien, las cabezas finas o poderosas no se pueden producir como los celulares o la Coca-Cola, pero se pueden y se deben preparar. En cierto sentido, las cabezas son como las calabazas: sin un terreno cultivado larga y pacientemente, no se va a dar ninguna. el presente momento cultural y el “gap” cultural de los católicos Alguien dijo una vez que la Iglesia católica fue, durante siglos, la avanzadilla de la historia. Luego cubrió por siglos el papel no menos respetable de reaccionaria de la historia; pero finalmente acabó siendo la cortesana de la historia. A mi entender, en efecto, la cultura católica no ha asimilado todavía la modernidad: el subjetivismo, la teoría de la evolución, la desaparición del concepto de alma, las razones del fracaso del comunismo (pero antes, las de su éxito), etc. Por otra parte, y a pesar de que supuestamente estamos viviendo en una época posmoderna, caracterizada por la caída de las ideologías, hay al menos una ideología que todavía sigue en pie: el cientificismo. En la mentalidad común, tanto la del ciudadano de a pie como la de la mayoría de los científicos, la idea de ciencia carga todavía con una dosis abundante de ideología. Pero el problema es que todavía no logramos sacar en claro un concepto genuino de ciencia, es decir, no conseguimos todavía deslindar claramente el saber científico del cientificismo. Finalmente, hemos escuchado a papa Francisco decir que estamos delante “No ya de una época de cambios, sino de un cambio de época”; a don Julián Carrón, responsable del movimiento de Comunión y Liberación, hablar de un “derrumbe de las certezas y de las evidencias” (lo que hasta hace pocas décadas parecía todavía sólido y evidente, ya no lo es para nada ni para nadie); al cardenal Angelo Scola, afirmar la necesidad de “repensar, revivir y reescribir los valores” (ya no es cuestión de oponerse a ideas y comportamientos que contradicen la tradición, sino de volver a empezar).

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