El desafío de una educación solidaria

118 actas del viii congreso católicos y vida pública En efecto, esta imposibilidad de poseer el objeto puede interpretarse de dos maneras: o bien como el síntoma (negativo) de una deficiencia, o bien como la señal (positiva) de que nuestra tarea para con el objetono es el dominio. Esto último es evidente en nuestras relaciones interpersonales: a pesar de que nunca podamos alcanzar un conocimiento exhaustivo del otro, esto no es impedimento para la relación. Pues, aunque las personas no las podemos poseer, sí las podemos amar. Y esto vale también para con las cosas y el mundo en general. Pero la concepción del conocimiento como agotamiento y posesión del objeto aparece inadecuada también desde otro punto de vista: el de nuestra vocación en el mundo. ¿Estamos aquí para conocer la vida o para vivirla ? ¿Venimos al mundo para conocerlo o para edificarlo, plasmarlo, configurarlo? Yo creo que hemos sobrevalorado la importancia del conocimiento y la teoría a expensas de la libertad y la vivencia. Dicho de otra manera, hemos tenido ojos para homo sapiens , pero muy poco para homo faber u homo poeticus (en el sentido original de la poiesis ). Si esto es así, entonces habría que reconsiderar la naturaleza del conocimiento y su función para la vida. ¿No será que la concepción del conocimiento como definición exhaustiva del objeto simplemente está equivocada? ¿Acaso no viene del amor hacia el objeto un conocimiento más apropiado y verdadero de él? ¿No será, entonces, que amar es más importante que conocer? La tercera implicación es que la imposibilidad de conocer el objeto de manera definitiva no tan solo no tiene nada de negativo, sino que incluso representa un privilegio del que deberíamos alegrarnos, puesto que constituye justamente el espacio abierto de nuestra iniciativa personal: la iniciativa de hacer, decíamos, y la iniciativa de amar. En conclusión, el conocimiento no tiene fin no solamente porque no puede tenerlo, sino también porque no debe , porque nuestra vocación en el mundo es otra y más grande: la de ser “poeta” del mundo, y de serlo cada uno con su personalidad, con su propio “estilo” (que es la manera, finita, en que participamos del ser “persona” de Dios, y de su infinito poder de crear).

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=