El desafío de una educación solidaria
144 actas del viii congreso católicos y vida pública del encuentro. El centro de esa educación debe llevar al reconocimiento de la felicidad como meta suprema de la existencia humana. Felicidad que tenga su fuente en la entrega generosa a los demás y a su servicio, a darse por entero, siendo la solidaridad signo visible de la caridad fraterna. Esto requiere una comprensión certera del sentido cristiano del dolor y de la superación del egoísmo individualista. Educarse es salir de sí mismo al encuentro de la realidad y de los otros sabiendo que cada uno es único e irrepetible y que, en la unidad de nuestros talentos y capacidades, está la posibilidad del verdadero desarrollo de todos. Para lograrlo, es necesaria también una verdadera conciencia ecológica. Aceptar la creación como don de Dios, reconocer nuestraobligaciónde respetarla, cuidarla y conservarla. Asumir el carácter universal de los bienes que nos provee al servicio de toda la raza humana. Conocer los procesos naturales y su impacto en nuestra vida y viceversa. Asumir con creatividad y conciencia integral los retos ambientales que confrontamos como parte esencial de ese proceso educativo. La restauración de las estructuras políticas y sociales que son garantía de los vínculos colectivos de correlación humana requieren la formación de un nuevo liderato político comprometido con el servicio a los intereses y a las aspiraciones sociales más altas. Esa educación política tiene que sustentarse en la emoción por la misión que se asume, la capacidad de llevar las ideas a la realidad práctica y la conciencia de discernir el legado de las instituciones o tradiciones que perduran y deben perdurar con el paso del tiempo. Es necesaria una educación política de los ciudadanos que nos distancie de lideratos de imágenes sin contenidos ni propuestas y que nos acerque a aquellos que sepan poner, de inmediato, el bien común por encima del beneficio individual. Ese pacto educativo con el que nos comprometemos, que está llamado a poner en el centro a la persona y su dignidad, debe priorizar a los sectores que han sufrido discriminación, marginación y exclusión, particularmente las mujeres y los jóvenes. Creemos en una concepción igualitaria entre el hombre y la mujer reconociendo al mismo tiempo las diferencias naturales y las diversas capacidades entre ellos. Reconocemos que esa igualdad en la diversidad enriquece el tejido social y que la maternidad, entendida más allá de su carácter biológico, como conjunto de todas las capacidades de la mujer: su inteligencia emocional, su afectividad hacia los valores y hacia las
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