El desafío de una educación solidaria
22 actas del viii congreso católicos y vida pública ¿Formación solo de selectos? ¿Formación solo de las élites? ¿Pero la evangelización, la misión, no es para todos? ¿Por qué solo para algunos primera y dedicadamente? ¿Una Iglesia de élites para las élites? Siempre me ha martilleado en la cabeza la contestación que mi admirado Julián Gómez del Castillo le da a José María García Escudero en ese libro clave que es Conversaciones sobre Ángel Herrera . Hablando de la Escuela de formación obrera de Maliaño, y de la dificultad de aquella Escuela, Julián comenta lo siguiente: Don Ángel decía que formar líderes, y yo, que militantes. Era una diferencia fundamental, porque lo que ahí latía era la oposición entre el autoritarismo marxista, por una parte, y el libertarismo cenetista, por otra, por decirlo con referencia a organizaciones que han tenido relevancia histórica en nuestro país. Lo de formar líderes encajaba muy bien con las teorías de formación de selectos del padre Ayala, o dirigentes, que era una palabra muy utilizada también por don Ángel. Frente a ello yo sostenía la tesis del militante, que es un ser humano mucho menos segregado de la colectividad, mucho más encarnado en ella, mucho más distinguido por lo vital que por los saberes, mucho más existencial que teórico. Esa discrepancia nos la planteamos de entrada don Ángel y yo y nunca nos pudimos poner de acuerdo. Es curioso que esta misma cuestión se la hayan planteado los introductores, por ejemplo, de la obra del P. Tomás Morales, jesuita como el P. Ayala y con no pocas conexiones con él y con la ACdP. Y la respuesta procede de un tronco común: Ignacio de Loyola en la Sorbona de París: “Que si yo me gano a Javier, Javier me ganará un mundo”. El P. Morales, como nos recuerda en su estudio Beatriz de Ancos, traduce esa versión en su momento: Una minoría troquelada en exigencia y fidelidad, firme y consecuente en la fe puede transformar el mundo. En cátedras, prensa, política, ejército, y aun en seminarios, cristianizaría la sociedad, devolvería al hombre su dignidad amenazada, por ideologías totalitarias o costumbres corrompidas. Su acción aseguraría vitalidad al catolicismo a lo largo de milenios. (Laicos en Marcha, 84)
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