El desafío de una educación solidaria
28 actas del viii congreso católicos y vida pública veces por Pablo VI durante su pontificado). La iniciativa responde a los 50 años de la encíclica Populorum progressio ( PP). El documento, fechado el 16de abril, pocodespués del cincuentenario de la PP, se dirige a quienes deseen “renovar cotidianamente la misión educativa de la Iglesia en los diferentes continentes”, así como “proporcionar una herramienta útil para un diálogo constructivo con la sociedad civil y los organismos internacionales”. (nn. 29 y 30) La Congregación para la Educación Católica pide promover “relaciones educativas y pedagógicas que enseñen el amor cristiano, que generen grupos basados en la solidaridad”. ElmagisteriodePabloVI concretó exigencias sociales de la fe cristiana en el marco de la globalización, en línea con los criterios del Concilio Vaticano II: una renovada formulación del principio de interdependencia planetaria y del destino común de todos los pueblos de la Tierra. “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, concluía PP. Como es natural, ocupa un lugar destacado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, elaborado por el Consejo Pontificio Justicia y Paz, así como en las encíclicas “sociales” de Juan Pablo II y Benedicto XVI (ver artículos relacionados). El papa Francisco lo tiene muy presente, hasta el punto de haber instituido un nuevo dicasterio vaticano “para el Servicio del Desarrollo Humano Integral”, inspirado en una frase emblemática de Pablo VI. Ese dicasterio se puso en marcha justamente en el aniversario de la PP. Se trata, como señaló Francisco en un discurso del 4 de abril, (...)de integrar los diferentes pueblos de la tierra. El deber de solidaridad nos obliga a buscar las maneras justas de reparto equitativo, para que no haya esa dramática desigualdad entre los que tienen mucho y los que nada tienen, entre el que descarta y el que es descartado. Sólo el camino de la integración entre los pueblos hace posible para la humanidad un futuro de paz y esperanza. Además, es preciso (...)integrar la dimensión individual y la comunitaria. Es innegable que somos hijos de una cultura, al menos en el mundo occidental, que ha exaltado al individuo hasta convertirlo en una
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