El desafío de una educación solidaria

31 el desafío de una educación solidaria un plan una formación adecuado a sus necesidades (n. 24). Esa cooperación resulta especialmente necesaria en las universidades y en la investigación científica (n. 26). Para finalizar, es importante pensar en la Iglesia y en la naturaleza sacramental de la Iglesia. La Eucaristía es, por tanto, el corazón de la verdadera religión, la práctica que nos liga al Cuerpo de Cristo, que es nuestra salvación. San Agustín se imaginaba a Jesús diciendo “Soy el alimento de los adultos; crece y te alimentaré. Y no me transformarás en ti como el alimento que come tu carne; sino que tú te transformarás en mí” (Confesiones, VII, c. 10, 16). El cuerpo de Cristo no se recibe por mor de un contrato social, sino como don “y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo” (Rm 5, 16). Además, la Eucaristía aspira a una construcción del cuerpo de Cristo que no es centrípeta; nos unimos a Dios y a los otros. La “única política” cultural que puede marcar una diferencia con el mundo es ser Cuerpo de Cristo, viviendo la comunión del Espíritu Santo en esta hora concreta de la historia. Necesitamos la política de la conversión con miras a construir la Iglesia desde el Cuerpo de Cristo. No hace mucho leí en un libro que, por cierto, no era de teología sino de debate de ideas, que “La tarea de los educadores consiste en suministrar moldes y marcos capaces de soportar el empuje de ese hundimiento del ser moral que produce la aceptación de la experiencia bruta. Sin la verdad trascendente de la metafísica, esta tarea se torna imposible.” (Richard M. Weaver: Las ideas tienen consecuencias, Ciudadela, Madrid, 36)

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