El desafío de una educación solidaria

40 actas del viii congreso católicos y vida pública aquella finca había una mesa que era muy peculiar. Digo que era peculiar, porque todos trataban la mesa con una especie de veneración: “No te subas a la mesa, no la toques, no la ensucies” se nos decía continuamente. Y se preguntarán cuál era la razón para tanto cuidado. Pues resulta que mi padre, que era de Coamo, durante los veranos iba a casa de un primo que era ebanista y allí pasaba todos los veranos trabajando y aprendiendo en la ebanistería con su primo. Aquella mesa redonda había sido su obra maestra. Era muy especial esa mesa porque la había hecho mi padre y había como una cierta veneración en mi casa hacia esa obra porque la había hecho mi padre. Así que, de igual forma, pensaría yo, debemos venerar la naturaleza, porque es hecha por nuestro Padre celestial. Y siempre recuerdo que, en algún momento, mi hijo Diego me decía que una de las experiencias más bonitas que había tenido conmigo fue cuando decidimos construir una conejera. Empezamos desde el diseño de la conejera en un papel, buscamos la madera que hacía falta, los alambres y, un domingo, nos pusimos a hacer juntos esa conejera. Le puse hasta riostras a la conejera. Fue el hazmerreír de la comunidad porque todos decían que Martínez Cruzado había hecho una conejera sismorresistente. Porque aquello estaba sólido y aquellos conejos estarían tranquilos, no tendrían ningún problema con los terremotos. Realmente me sentí muy orgulloso de la conejera y sentí que había que cuidar de ella. Yo esperaba que todos mis hijos y mi esposa cuidaran de la conejera. Así que me pongo en los zapatos de mi padre, él hubiera esperado que nosotros cuidáramos de aquella mesa. Así pienso entonces que nuestro Padre celestial nos entrega la naturaleza para que la cuidemos, para que la cultivemos, y nos dice “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque es mía…”. Nuestro Padre celestial la está reclamando. Él nos está diciendo “es mía”, y “ustedes solo están de paso por ella como huéspedes míos” (Lv. 25, 23). él nos la da para que la custodiemos y la cultivemos “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles” (Gn. 1, 26). El papa Francisco indica que muchos seres humanos han utilizado este pasaje de la biblia para, simplemente, abusar de la naturaleza. Esa palabra de dominio, de

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