El desafío de una educación solidaria

63 el desafío de una educación solidaria La educación debe distanciarnos de los lideratos por imágenes. sin contenido o promesas simpáticas, sin formas de cumplirlas. Esa teoría de que el que venga atrás se las arregle como pueda es la responsable de la debacle financiera de nuestro pueblo. A pesar de que la Constitución específicamente exige el pago de la deuda pública como prioridad, Puerto Rico tomó prestado más del 100% de su producto bruto nacional. Fueron unos irresponsables los que lo prestaron, pero mucho má s irresponsables fueron los que lo tomaron prestado sabiendo que era imposible pagarlo. ¿Por qué sucedió? Porque el precio del éxito era prometer sin tener que responder. Nuestro andamiaje institucional se fue debilitando, el electorado se fue seduciendo por un “dame lo mío ahora, no importa qué” y la sombra alcanzó al cuerpo. No nos percatamos a tiempo del cambio cultural del presentismo y el individualismo que se apoderaban del discurso real frente a la teoría. La educación del político sabe por vivencia propia del costo de la impunidad a la larga y de la responsabilidad a la corta. Y se vive para hoy y mañana veremos. El estudio de cómo un gobierno ejemplar, maestro de administración pública mundial, llega a denigrar su valía y calidad es materia obligada si queremos aprender de la verdadera educación, que es la que se queda luego que lo demás se olvida. Cuando los incentivos políticos e institucionales se traducen hacia lo individual y lo inmediato y la impunidad premia la irresponsabilidad se derrotan los fines sociales. Por eso la educación tiene que ser continua y perseverante. Son los valores que encarnan instituciones y tradiciones que superan los tiempos los que a la larga deciden. La atención a los detalles y los símbolos de buena convivencia y gobierno son decisivos. Para ello es vital un liderato educado en detectar los rumbos que definen y los síntomas que marcan un devenir distinto. Y tener el valor de enfrentar las batallas y, en casos, retos pequeños o personales por las causas grandes. El lograr prevalecer frente a esos retos es el verdadero triunfo. Esa disyuntiva entre el poder y el deber es la angustia del político con valores y es el gran reto de la historia.

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