El desafío de una educación solidaria
69 el desafío de una educación solidaria sociedad febril, competitiva e individualista necesita: el genio femenino, generador de solidaridad. Con esta postura me identifico. Pienso que solo ella posibilita la educación, porque educar es llegar a ser en plenitud lo que ya se es en potencia. Decimos “sí” a un feminismo esencialista, no determinista; feminismo de la libertad y, por ello, también existencialista; pero que no niega la naturaleza, esencia o identidad, sino que se apoya en ella. La que “existe” es la mujer concreta: Juani, Lizet, Julia, María… que se ha ido haciendo a golpe de libertad: ha podido graduarse en la universidad, porque hubo muchas mujeres que lucharon por ello y ella misma luchó; ha encontrado un trabajo; ha podido postular para entrar en la ONU; ha decidido ser maestra, ingeniera, casarse, cuidar a sus hijos… Hay otras que no tienen esas oportunidades, pero optan, según sus posibilidades, por sacar a su familia adelante; otras, no; otras se venden, otras se rebelan sin saber muy bien contra qué… Decisiones libres, existencias concretas, en un mismo mundo o en distintos, con las posibilidades y circunstancias de cada sociedad, aceptando y luchando, innovando. Sus decisiones pueden ser o no ser correctas; las existencias concretas pueden ser o no ser realizadas. La libertad solo es auténtica en la verdad, si potencia la propia identidad. Pero es necesario distinguir lo esencial de lo accidental; lo que no puede cambiar, y lo que debe cambiar con los tiempos: distinguir la esencia de la femineidad de los roles. El problema, el desafío de hoy es saber en qué consiste ser mujer, su identidad; y también en saber qué es la libertad y sus límites. Importa mucho saberlo, porque no es posible la educación solidaria que buscamos sin la mujer, y no es posible educar a la mujer si no se sabe lo que es. ¿Cómo saberlo? Observando, reflexionando, sin prejuicios. Sabemos que el hombre no puede vivir sin amor. Nuestros jóvenes han nacido, la mayoría, en familias desestructuradas; son críticos con el sistema, pero sin voluntad ni confianza en compromisos serios; conectados a las redes y sin vínculos profundos; escépticos respecto al amor verdadero y al sentido de la vida, crédulos de esas redes; narcisistas y masificados, consumistas de “descartables”. La mujer participa de ese mundo, muchas obsesionadas con la idea de competir, igualar y superar al
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