El desafío de una educación solidaria

77 el desafío de una educación solidaria Esta maternidad biológica, dada la íntima unión cuerpo-alma, influye en su psicología, experimentando un sentimiento de sublimidad y misterio inefable que la trasciende, intuye la dignidad de la persona que gesta o cuida, cosa que no ocurre en ninguna otra hembra animal. La maternidad espiritual se manifiesta en la educación de los hijos. Claro está que, como el hijo es de los dos, “ la educación, entendida globalmente, debería abarcar en sí la doble aportación de los padres: la materna y la paterna; sin embargo, la contribución materna es decisiva y básica para la nueva personalidad humana ”, dice Juan Pablo II ( Mulieris dignitatem , 18). La mujer es la “ primera educadora del hombre ” (Ib., 19). Y añade: “la maternidad bajo el aspecto personal-ético expresa una creatividad muy importante de la mujer, de la cual depende de manera decisiva la misma humanidad de la nueva criatura¨ (Ib.). Tras la mayoría de los santos, héroes o grandes hombres de la humanidad hay una mujer, su madre o esposa, educadoras 13 , los ejemplos son tan abundantes que se podrían escribir libros sobre ello. Dice así el papa Francisco: (…)Estos nuevos espacios y responsabilidades que se han abierto, y que deseo vivamente se puedan extender ulteriormente a la presencia y a la actividad de las mujeres, tanto en el ámbito eclesial como en el civil y profesional, no pueden hacer olvidar el papel insustituible de la mujer en la familia. Los dotes de delicadeza, peculiar sensibilidad y ternura, que abundantemente tiene el alma femenina, representan no solo una genuina fuerza para la vida de las familias, para la irradiación de un clima de serenidad y de armonía, sino una realidad sin la cual la vocación humana sería irrealizable. Esto es importante. Sin estas actitudes, sin estos dotes de la mujer, la vocación humana no puede realizarse. Si en el mundo del trabajo y en la esfera pública es importante la aportación más incisiva del genio femenino, tal aportación permanece imprescindible en el ámbito de la familia, que para nosotros cristianos no es sencillamente un lugar privado, sino la 13 Tras Constantino, su madre, santa Elena; tras san Agustín, su madre, santa Mónica; tras san Hermenegildo, su mujer Ingunda y tantas madres y esposas que, tras convertir a los reyes bárbaros en la alta Edad Media provocaron la conversión de todo el pueblo, como ocurrió con Clotilde y Clodoveo; la madre de san Francisco de Asís, la de santo Domingo de Guzmán, la de Francisco de Sales, de san Juan Bosco, san Pío X, san Enrique de Ossó, el cura de Ars, san Juan Pablo II… Tantas…

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