El desafío de una educación solidaria
99 el desafío de una educación solidaria Los mejor preparados tecnológicamente -antes no existía esa tecnología- los que tienen más información y más posibilidades, para los que todo está más cerca porque para ellos el mundo es más pequeño, son los que al mismo tiempo tienen mucha menos formación. Les hemos, en cierto modo (solo en cierto) protegido tanto que los hemos hecho en muchos casos incapaces de afrontar los problemas, y eso que no son más que problemas o dificultades, se les aparecen como problemas insalvables que los frustran o los bloquean. Tanto hemos querido allanarles el camino, que confundimos ese mismo camino, y no nos damos cuenta de que lo que tenemos que hacer es prepararlos para que recorran ese camino con todo lo que tenga. Es importante que seamos también conscientes de nuestros errores en lo que concierne a la formación de los jóvenes. No se trata de echar las culpas a otros, o de negar la realidad, o de pensar que el resto sí, pero los míos no. Los jóvenes, precisamente porque son jóvenes y porque viven en el mundo, que es lo que tienen que hacer, viven un factor de riesgo en el que algo tenemos que ver como padres, como formadores, como miembros de la sociedad e incluso como miembros de la Iglesia. Y hay que asumir esa responsabilidad para poder cambiar las cosas. Hay que volver a formar, además de lo que se refiere a la antropología, en el bien, en la virtud y en el esfuerzo. Y en que eso es bueno y nos hace crecer y madurar como personas. Hay que formar en que el error no importa, si sabemos rectificar; lo que sí importa y tiene consecuencias absolutamente negativas en lo personal y en lo social es ser recalcitrante en el error. Claro que para rectificar hay que saber reconocer el bien. A quien se debe formar, fundamentalmente, es a los jóvenes. Y si bien es cierto que ellos se encuentran en el ambiente que hemos descrito, no es menos cierto que seguimos reconociendo en ellos, a pesar de que todo el entorno hace lo posible para que no sea así, una serie de virtudes que, sin duda, podrían ser nuestras aliadas en ese proceso de formación, en ese acompañarlos en su crecimiento y desarrollo. La juventud de hoy sigue teniendo, como siempre, un acentuado sentido del ideal, un innato sentido de la justicia, un empuje y una vitalidad que le hace creer que puede hacer casi cualquier cosa que se proponga.
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