Análisis de la situación de los adultos mayores en Puerto Rico
15 análisis de la situación de los adultos mayores en puerto rico ancianidad venerable – advierte el libro de la Sabiduría – no es la de los muchos días ni se mide por el número de años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia y la edad provecta, una vida inmaculada (4,8-9). Esta es la etapa definitiva de la madurez humana, y a la vez, expresión de la bendición divina (Juan Pablo II, 1999). Luego de haber visto esta síntesis del tratamiento del tema de la vejez en la Biblia, se discutirán conceptos relacionados con el tema de los adultos mayores en los documentos pontificios y otros documentos de la Iglesia, así como en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia . En la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (Juan Pablo II, 1981) San Juan Pablo II, hacía una distinción entre aquellas culturas en las cuales el adulto mayor es respetado, venerado y forma parte de los procesos familiares y sociales, mientras que en otras, “sobre todo como consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico”, se ha marginado grandemente a los adultos mayores ( Familiaris Consortio , Núm. 27). Asimismo, hace un llamado para que “la acción pastoral de la Iglesia estimule a todos a descubrir y a valorar los cometidos de los ancianos en la comunidad civil y eclesial, y en particular en la familia. En realidad, la vida de los ancianos ayuda a clarificar la escala de valores humanos; hace ver la continuidad de las generaciones y demuestra maravillosamente la interdependencia del Pueblo de Dios” ( Familiaris Consortio , Núm. 27). Casi dos décadas después, en el 1999, año dedicado por la Organización de las Naciones Unidas a la Vejez, Juan Pablo II escribe la Carta a los Ancianos , un documento hermoso, sobre todo si se considera que el Santo Padre también era un anciano cuando la escribió, detalle que expresa en la carta. En este documento, destacó la importancia de los adultos mayores en todos los aspectos de la vida en sociedad al plantear, “Los ancianos ayudan a ver los acontecimientos terrenos con más sabiduría, porque las vicisitudes de la vida los han hecho expertos y maduros. Ellos son depositarios de la memoria colectiva y, por eso, intérpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la convivencia social” (Juan Pablo II, 1999, Núm. 10). De igual forma, plantea que “Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus raíces el presente, en nombre de una modernidad sin memoria” (Juan Pablo II, 1999, Núm. 10).
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