Prólogo Lcdo. Héctor Luis Acevedo Hace 40 años, un joven abogado de San Juan cruzó la cordillera central para responder a la invitación de venir a Ponce. Esa invitación contenía el entendimiento de esencias universitarias superiores a las ordinarias. El decano de la Escuela de Derecho, don Charles Cuprill Oppenheimer, presidió la Comisión de Reforma Electoral en los años 1981 a 1983 la cual logró un consenso entre los comisionados del PNP, Peter Krysanowski; David Noriega por el PIP; y el que suscribe, por el PPD. Al concluir sus trabajos, el decano Cuprill invitó al comisionado electoral del partido de oposición al suyo a venir a Ponce a enseñar. Ese joven era yo. Ese ejemplo de lealtades superiores y universitarias conmovió mi espíritu y me propuse corresponder a la misma, mientras don Charlie viviera, a pesar de los sacrificios que ello implicaba. Vivió sus 95 años y sigue presente entre nosotros. Por eso estoy aquí. Comparto esta vivencia, no por sus protagonistas, sino por sus mensajes. En un sentido profundo caminamos siempre de la mano de nuestros maestros. Uno de mis asesores en la redacción de la Ley Electoral fue el profesor de Derecho Constitucional de esta Universidad, Pedro Ortiz Álvarez. Hoy nos acompaña un estudiante de esa primera clase, el profesor Fernando Torres Ramírez. Y hoy, el director de mi departamento fue mi mejor estudiante en el curso, el Dr. José Efraín Hernández Acevedo. Enseñé ese curso desde 1983 hasta hace unos años y la tradición ha continuado con excelentes profesores, entre ellos, el juez Conty. Entonces no había textos de derecho electoral en Estados Unidos y hoy hay cuatro. He tenido la oportunidad de practicar el derecho electoral en la Comisión Estatal de Elecciones, de litigar sus preceptos, de enseñarlos por décadas y de participar como candidato bajo sus normas.
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