Cuarenta años, La Católica cumpliendo su deber democrático con Puerto Rico

La democracia puertorriqueña y su sistema electoral Lcdo. Héctor Luis Acevedo Era un domingo, 24 de noviembre de 1974 en el pueblo de Las Marías, en la montaña del oeste de Puerto Rico. Ese día dirigíamos una elección mediante primarias para los organismos directivos del partido de gobierno. A eso de las dos menos cuarto de la tarde, llegó un auto al frente de la escuela donde me encontraba y allí bajaron a un anciano sus nietos, pues ya él no podía sostenerse en sus propios pies. Vestía un pantalón, camisa kaki y un sombrero común en los obreros de la caña. Luego de votar, cuando lo traían al vehículo, me miró a los ojos y me dijo “Este voto yo no me lo pierdo por nada en este mundo”. Él sabía que literalmente no le quedaba mucho tiempo en este mundo. Sus ojos brillosos y cuerpo escuálido quedaron en mi mente por siempre. El poder participar de una elección cobraba para él un significado muy especial, pues ese día su voto valía lo mismo que el del rico y el hacendado, cada voto contaba por igual y era tan importante que se lo venían a pedir. Tenía algo valioso que dar. Era el voto de la igualdad… Con el tiempo, la vida dio vueltas rápidamente y me encontraba dirigiendo un cuerpo de funcionarios electorales de casi treinta mil personas. Luego, en 1988, competí para el cargo de alcalde de San Juan en la elección más cerrada de la historia para ese puesto. Gané la alcaldía por 29 votos de más de 250,000 electores. Los porcientos de diferencia se salían de las calculadoras con tantos ceros. Era una elección casi empate. Cada voto fue decisivo.

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