Entendiendo la crisis desde la Doctrina Social de la Iglesia
entendiendo la crisis económica desde la doctrina social de la iglesia 17 otras formas económicas, cuando éste provee para la libertad y creatividad en el desarrollo y la participación más amplia en la actividad económica. Cuando, por el contrario, se da en un contexto de libertinaje que limita el desarrollo integral y la igualdad de oportunidades para todos, adolece de los mismos problemas morales que los otros sistemas económicos. Permítanme volver a citar del mensaje de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos: A pesar de numerosos esfuerzos, nuestro país y nuestra economía no se han recuperado de la crisis económica y financiera que nos desbordó hace tres años. El desempleo continúa a una tasa del 9,5 por ciento. No parece haber una solución fácil ni un remedio duradero. Los informes indican un “déficit” de ocho millones de puestos de trabajo —puestos que existían cuando se inició la recesión, pero que han desaparecido. Y como los empleadores están agregando sólo unos 100.000 empleos al mes, podríamos tardar casi siete años en volver a donde estábamos. En otras palabras, para reducir la tasa de desempleo, la economía debería crear otros 100.000 puestos de trabajo por mes. Sin embargo, en julio se perdieron 131.000 plazas más. No podemos crear nuevos puestos de trabajo sin nuevas inversiones, iniciativas y creatividad en la economía. En décadas pasadas vimos un crecimiento económico que produjo un 20 por ciento de aumento en los puestos de trabajo. Eso no está ocurriendo hoy. Mientras nuestro país se ha transformado crecientemente en una economía basada en servicios, no hemos logrado reemplazar áreas enteras de productividad creativa, que confirieron a la economía estadounidense la solidez y estabilidad que tuvo en el pasado. … “El paro provoca hoy nuevas formas de irrelevancia económica, y la actual crisis sólo puede empeorar dicha situación”, escribe el Papa. “El estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual. Quisiera recordar a todos, en especial a los gobernantes que se ocupan en dar un aspecto renovado al orden económico y social del mundo, que el primer capital
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