Homilía de S.E.R. Mons. Ángel Luis Ríos Matos en ocasión de la misa del 154 aniversario del Grito de Lares

8 pontificia universidad católica de puerto rico Hace unos cuatro años, dirigiéndome a un grupo de ustedes en Jayuya, les dije que la Iglesia católica, apostólica y romana tiene una deuda con la lucha libertaria del pueblo de Puerto Rico. Una deuda con aquella lucha libertaria que comenzó en la pila bautismal de Hormigueros y en la pila bautismal de la catedral de Mayagüez cuando nuestros líderes, libertarios y patriotas, compraban los negros esclavos y por las aguas del bautismo les daban la libertad. Aquella lucha, en algún momento pareció, por algo de miedo eclesial, haberse interrumpido. Esa deuda nuestra Iglesia la lleva con la patria. Ojalá, —y bendito sea Dios— que nuestra presencia en este día, aquí y en tantos lugares, sea la reivindicación de la Iglesia cumpliendo su deber y defendiendo la dignidad nacional de todos los puertorriqueños. Ya nos lo decía monseñor Corrada en la introducción: “Lares significa que nuestro pueblo no está ni estará nunca dispuesto a rendir su identidad y su nacionalidad”. Estamos hoy en misa porque reconocemos que una parte esencial de esa nacionalidad y de esa identidad puertorriqueña consiste en la capacidad para doblar la rodilla y reconocer que solo Dios es el Señor. Queridos hermanos, queridos hijos, esa es la importancia de esta misa de Lares hoy. Es recordar la fe originaria y católica de nuestros patriotas libertadores, la fe en Jesucristo el Hijo de Dios. Por eso nosotros, sacerdotes y obispos, estamos con ustedes hoy, porque queremos mantener en alto la fe cristiana de nuestro pueblo, nuestro catolicismo, nuestro compromiso con la justicia, con la libertad y con la identidad nacional. Sigan adelante hermanos. Gracias porque han sido ustedes los que, por tantos años, han solicitado la celebración de esta santa eucaristía. Sé que lo hacen aquí en Lares y también en Jayuya donde en ocasiones los he acompañado. Gracias por reconocer la necesidad de la presencia de Dios en esta lucha. Nuestra insignia es la bandera, coronada de una cruz y en el fondo reverbera la santa imagen de Jesús. ¡Amor a Cristo Dios, divino Rey!

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