Importancia y Responsabilidad Personal en la Formación Cristiana para el facultativo de la PUCPR

importancia y responsabilidad personal en la formación cristiana para el facultativo de la pontificia universidad católica de puerto rico 8 con la vida, con el aumento de otros conocimientos, con el desarrollo corporal y mental y con la responsabilidad creciente que vamos adquiriendo. Resultaría ridículo, aparte de imposible, querer ponernos el vestido de nuestra primera comunión; igualmente resultaría ridículo responder a los interrogantes de nuestra vida adulta con los simples conocimientos aprendidos en la infancia. «Cuando yo era niño -nos confiesa San Pablo-, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño» ( 1Cor 13,11). A la edad adulta corresponde una fe adulta, es decir, cultivada y profundizada con seriedad y método. Y esto sólo se logra con la oración y con una formación permanente y metódica. Decía en una alocución el beato Juan Pablo II en el año 1979, a pocos meses de su elección como Sumo Pontífice: “No basta ser cristianos por el bautismo recibido o por las condiciones histórico sociales en que se ha nacido o se vive. Poco a poco se crece en años y en cultura, se asoman a la conciencia problemas nuevos y exigencias nuevas de claridad y certeza. Es necesario, pues, buscar responsablemente las motivaciones de la propia fe cristiana. Si no se llega a ser personalmente conscientes y no se tiene una comprensión adecuada de lo que se debe creer y de los motivos de la fe, en cualquier momento todo puede hundirse fatalmente y ser echados fuera, a pesar de la buena voluntad de padres y educadores. Por eso, hoy especialmente es tiempo de estudio, de meditación, de reflexión. Por eso, les digo: empleen bien su inteligencia esfuércense por lograr convicciones concretas y personales, no pierdan el tiempo, profundicen en los motivos y fundamentos de la fe en Cristo y en la Iglesia, para ser fuertes ahora y en su futuro”. Cada vez me convenzo más de que muchos casos de abandono de la Iglesia o de enfriamiento en la fe tienen su causa, en el fondo, en un insuficiente conocimiento de la misma. No se conoce la fe. En ocasiones se desconoce el credo, cuántos son los sacramentos o los mandamientos de la ley de Dios, cómo se desarrolló la vida de Jesús. En estos casos me parecen comprensibles las defecciones, porque una fe que no se conoce no se aprecia ni se defiende. Sería más justo afirmar que no es la fe católica la que no les convence sino, más bien, la visión parcial que de ella se han creado. ¡Qué importante es cultivar nuestra fe también con una buena preparación doctrinal! Si en el campo profesional, la ignorancia y el no estar al día en los problemas y en las nuevas técnicas pueden costar caro, la ignorancia en el campo de la fe y de la moral es todavía más perniciosa, pues del modo como vivamos ahora nuestra relación con Dios depende nuestra eternidad. Son muy elocuentes y claras, al respecto, las palabras que el Card.

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