Koinonia | 2005-2006
Paul Ricoeur: una lectura de la condición del hombre contemporáneo 99 simbólico tenemos todas las garantías y todas las pistas para descubrir eso que decíamos al principio, ¿qué soy yo?, ¿qué es el ser humano?, ¿cómo actúa? En el análisis de los mitos del mal encontramos la voluntad vinculada a todo el proceso de la acción y de la acción limitada, la acción contingente. Aquí se da el paso de una filosofía fenomenológica a una filosofía hermenéutica. Ricoeur ha optado por una filosofía del lenguaje y, por tanto, si queremos conocer cómo discurren los actos que llamamos libres, tenemos que analizar la gramática de la libertad. Analicemos qué es lo que nosotros decimos y enunciamos discursivamente, cuando hablamos de los actos de la voluntad. Si queremos conocer el ámbito de lo que es nuestra conciencia vinculada al tiempo, lo diremos a continuación, aproximémonos al lenguaje en que el tiempo va apareciendo como una sucesión de un antes y un después, tal cual como lo había ya formulado Aristóteles en la antigüedad. Pero indiscutiblemente el ser humano vive el tiempo de otro modo. Lleva sobre sí mismo el tiempo de su nacimiento, lleva el tiempo previsto dentro de su vida que, por otra parte, no sabe cuándo acaba. El futuro está en la actualidad, en el presente; y el presente arrastra el nacimiento, el tiempo del origen. El propio nacimiento es el símbolo de toda una historia, de toda una biografía que va recapitulando en unidad la diversidad de tiempos. La formulación del tiempo, tal y como se dan en las formulaciones cosmológicas y de Aristóteles y Galileo, no le convencen. Eso le lleva a generalizar la búsqueda de lenguajes simbólicos que vayan prefigurando ese diseño de la propia conciencia. Se dirige a un campo de lenguajes amplísimo, antes de la literatura contemporánea, hasta los símbolos de los lenguajes clásicos. ¿Con qué se encuentra? ¿Por qué hay que confiar en los símbolos? ¿Qué quieren decir los símbolos, el lenguaje simbólico, ese libro que a nosotros nos llama la atención, los libros más queridos, los libros más apreciados, esos que leemos y tenemos sobre la mesa, y que innegablemente no nos enseñan una lección, ni de antropología, ni de ética ni de sociología? En la poesía, por ejemplo, aparece algo, una palabra, por ejemplo, que nos remite a un paisaje de la naturaleza como ámbito de la convivencia del hombre. No hay poeta que no nos lleve a una ampliación de nuestro propio horizonte, la referencia nos hace salir de nuestra esquina, de nuestro rincón. Leer un libro es abrir un camino, es abrir un horizonte, por tanto, los símbolos como promesa de sentir.
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