Koinonia | 2005-2006

Paul Ricoeur: una lectura de la condición del hombre contemporáneo 104 El tiempo humano no es el tiempo del mundo, no es el tiempo sólo de la conciencia, sino que es el tiempo de la narración. Es decir, a mí me pasa lo mismo que ocurre en una narración: se conjugan diversidades de tiempo, diversidad de personajes. Yo tengo una diversidad de tiempos, de episodios y de personajes, que he ido representando a lo largo de mi vida. Soy, y sin embargo, soy por tanto distinto, no soy un idem, un lo mismo , pero soy un ipse . Todo esto es comprensible a través de la memoria y la restauración de la memoria en el presente. Ahora bien, ¿cómo garantizo y doy cuenta de mi tiempo futuro, de que el futuro pertenece a mi presente? Ricoeur recurre entonces a algo que viene de Kant, aunque él no lo señala mucho, yo lo creo así. Viene de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Es decir, yo sí tengo la responsabilidad de mi futuro, y puedo hoy día y debo hacerme cargo de él. ¿A través de qué? A través de la palabra que doy, a través de la promesa. ¿Qué es hacer una promesa? Hacer una promesa es comprometerse a sí mismo con el futuro. La promesa no se cumple en el presente. La promesa es algo que está por venir, pero naturalmente yo puedo cumplirla o no cumplirla. No cumplir la promesa, es negar mi propia identidad; el que no cumple sus promesas, el que no cumple la palabra dada, supone naturalmente deshacer esa unidad biográfica de la propia vida. Por tanto, la responsabilidad del futuro la tengo también en mi responsabilidad actual en cuanto que, dar una palabra es comprometerme con todo lo que me queda todavía por vivir. Y no hacemos más que darnos palabra a nosotros mismos y a los demás. Por tanto, ¿qué significa hacer una promesa? Significa reconocerme a mí mismo como una biografía, ipse , una biografía que puede cambiar, pero que es él mismo el que va progresando a lo largo de todo su tiempo. ¿Qué es, a su vez, hacer una promesa? Es reconocer a los demás como seres tan respetables como yo. Negar, no cumplir la promesa hecha, no cumplir la palabra dada, es negar al otro como un interlocutor válido. “Yo digo y no cumplo” quiere decir: el otro no cuenta. Por tanto, es negar el mundo de las personas, es negar la intersubjetividad. No cumplir la promesa es lo mismo que deshacer las posibilidades de una interacción responsable y de una interacción en continuidad. Claro que puedo retraer mi pasado al presente con la memoria, pero también el futuro está presente a través de la voluntad de cumplir las promesas. Porque cumplir las promesas, cumplir la palabra dada es afirmarme a mí como un ser responsable que, habiendo cambiado a lo largo de su vida, sin embargo es el mismo que se hace cargo de ella. No es lo mismo, pero es el mismo

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