Koinonia | 2005-2006
Paul Ricoeur: una lectura de la condición del hombre contemporáneo 105 y, a su vez, confirma a los demás como un mundo de seres respetables que tienen derecho a que yo cumpla lo que he prometido. Y, tenemos que concluir, el que no cumple la promesa, pues no tiene identidad. Tiene la identidad del mentiroso, la identidad del que no cumple, la identidad del que un día dice una cosa y luego otra. Esa es la falta de identidad. Este es tema sin duda interesante y que enfrenta Ricoeur con todo el pensamiento post moderno (también con el peligro de ser malentendido). La postmodernidad que es permanencia de la sucesión. La permanencia de la sucesión es la fugacidad, es un momento tras otro, sin conexión responsable. Por eso yo no soy responsable de mi vida, no soy responsable de nada, no hay normas fijas, no hay un establecimiento de un ámbito de objetividades. Ricoeur es muy consciente del cambio, pero es igualmente consciente de que el ser humano, si es algo, es por la capacidad de mantener su pasado como presente y su presente como futuro mediante las promesas. Esto lleva a Ricoeur a una confesión de que la ética— confesión que no es nueva, también la veo en Aristóteles clarísimamente—no es el cumplimiento de una norma: “hagas esto o no hagas lo otro”; eres ético en la medida en que cumples una norma y no eres ético en la medida que faltas a ella. Para Ricoeur lo ético es lo que responde a mi proyecto existencial. Cada ser humano está obligado a un proyecto personal inalienable que no puede encargar de otro. Yo no puedo encargar mi vida al vecino o al compañero; ni siquiera a mis padres ni siquiera a mis maestros; mi proyecto existencial es mío. Por tanto, lo ético es lo que hace referencia a la consecución de los fines que me propongo. Lo ético es lo que tiene que ver con los aspectos teleológicos de la acción, una conducta ascética en la medida en que corresponde a una responsabilidad de un proyecto biográfico unitario. En cambio lo moral es la obediencia a una norma, la obediencia a un precepto, a una ley de tal manera que puede y debe haber ética, aunque no haya moral. La distinción, o mejor dicho la unificación, la identidad de ética y moral que generalmente se hace, Ricoeur no la hace. Una cosa es lo ético, otra cosa es lo moral. Esta es una concepción ilustrada de la ética. ¿Por qué? Porque es ilustrado pensar por cuenta propia. Pensar por cuenta propia, esa es la ilustración. Para la Ilustración de finales del XVIII, ser ilustrados era caminar por cuenta propia, no necesitar una ayuda. Kant pone como ejemplo al niño que pasa de la infancia a la madurez, a la edad madura,
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