Koinonia | 2005-2006
La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 73 de la visión moral educativa de los jóvenes sin reconocerle a los padres tal derecho). La tercera misión de la familia es participar en el desarrollo de la sociedad, ya que ella es la célula primera y vital de la sociedad (FC 42). Ella es la primera escuela de virtudes sociales que son “el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma”. En ella se humaniza y personaliza la sociedad. Las familias pueden comunicar energías formidables para sacar al hombre de las lacras de la drogadicción, el alcoholismo y el terrorismo en la sociedad masificada, inhumana y deshumanizadora (FC 43). Por ello las familias deben tener derecho a asociarse para defender sus derechos y también para servir a los más necesitados (FC 44), procurando que las leyes y las instituciones del Estado no ofendan sino que salvaguarden sus derechos. Las familias deben ser protagonistas de la política familiar de los Estados y asumir responsabilidad de transformar la sociedad. El Estado debe reconocer en la familia “una sociedad que goza de un derecho propio y primordial” (FC 45). El Papa pasa a bosquejar en la FC 46 una carta de derechos de la familia que luego presentará como Documento propio del 22 de octubre de 1983. La cuarta misión de la familia es participar en la vida y misión misma de la Iglesia. La familia cristiana es símbolo, testimonio y partícipe de la maternidad misma de la Iglesia. El Papa aprovecha la estructura tripartida del ministerio de Cristo expuesto por el Concilio para explicar como la familia participa en el Profetismo de Cristo al ser una comunidad evangelizadora y catequizadora. De hecho la futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica que es la familia. La familia también participa en el Sacerdocio de Cristo al introducir a sus miembros a la oración hecha en común. Con el ejemplo y la palabra de los Padres los hijos aprenden a orar y la familia es donde el culto litúrgico de la Iglesia se prepara de antemano y se prolonga en la piedad popular y en las prácticas familiares. Finalmente, la familia participa en el Reino de Cristo al servir al hombre en el amor, descubriendo en el prójimo la imagen de Dios, educando para la sensibilidad al necesitado. La cuarta y última parte de la FC trata temas específicos de la pastoral familiar hablando de la preparación al matrimonio en sus diversas etapas (incluyendo el deber de los sacerdotes de casar a los bautizados no creyentes, aprovechando la coyuntura sacramental para evangelizar a los novios tibios en parroquia) y en particular de la aportación de la parroquia y de los agentes de la pastoral familiar, empezando por los Obispos y presbíteros, los religiosos y los laicos. Luego repasa las directrices
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