Koinonia | 2005-2006

La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 80 “ No olvidéis nunca que para llenar de ideales válidos el alma del joven hay que darle horizontes de sólida educación moral y cultural. Alabo y bendigo, pues, el esfuerzo que la Iglesia hace en Puerto Rico a favor de la juventud, tanto en la escuela o colegio como en la universidad. Y os aliento a proseguir ese camino, para que todos, de cualquier posición social sean, puedan recibir en los centros educativos de la Iglesia y fuera de ellos una educación integral. Ojalá los padres encuentren plena libertad para elegir el tipo de escuela que prefieran para sus hijos, sin soportar por ello cargas económicas adicionales (cf. Código de Derecho Canónico, 797), y que las escuelas provean también a la educación religiosa y moral de los jóvenes, de acuerdo con la conciencia de sus padres (ibid., 799)”. Y en la visita ad límina el 11 de septiembre de 1999 el Papa dijo a los Obispos: “ Por lo que atañe a la familia, elemento constitutivo de la sociedad, sé que Puerto Rico está atravesando un período de particular dificultad, como evidencia el creciente número de divorcios y el elevado porcentaje de niños que nacen fuera del matrimonio. Esto hace sentir urgente la necesidad de promover una catequesis que ilustre la grandeza y dignidad del amor conyugal según el designio divino, así como sus exigencias por el bien de la pareja y de los hijos. La familia como “iglesia doméstica”, está llamada a ser el ámbito donde los padres transmiten la fe cristiana, siendo “para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo” (Lumen gentium, 11). Os invito, pues, a no ahorrar esfuerzos en la pastoral familiar, preparando núcleos de familias que sean también catequistas de las demás con la palabra y el propio testimonio de vida. Como consecuencia de lo anterior, hay que cuidar celosamente de la educación de la infancia y de la juventud. En efecto, “los jóvenes son una gran fuerza social y evangelizadora. Constituyen una parte numerosísima de la población en muchas naciones de América. Procurad, pues, que la nueva evangelización llegue al mundo de los jóvenes a través de grupos, movimientos y asociaciones que les impulsen a participar en la vida eclesial y también en acciones de solidaridad con los más necesitados. La formación de la juventud no debe distanciarse de la educación religiosa y moral que deben ofrecer las escuelas y universidades católicas. Para ello se ha de cuidar con esmero la

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