Koinonía 2006-2007

La familia: lugar de paz y reconciliación 18 escindido en su interior. Surge entonces la ruptura con los demás y una desorientación que, de alguna manera, afecta al mismo cosmos. “El misterio del pecado se compone de esta doble herida, que el pecador abre en su propio costado y en relación con el prójimo” (R. P. No. 15). El hombre creyente sabe que pretender salvarse a sí mismo, con sus propias fuerzas, es imposible. Sería como pretender salir de la arena movediza jalándose a sí mismo de los cabellos. La salvación llega en la acción reconciliadora de Cristo. El Reino de Dios que con Él irrumpe es reino de perdón, de indulgencia; las divisiones y rupturas del mundo son sanadas en una nueva unidad, cuyo centro es el mismo Cristo. La presencia de Cristo instaura una nueva comunión entre los hombres. La reconciliación actúa en el doble sentido de la conversión: hacia Dios, en el regreso del pecador arrepentido a la casa del Padre, y en el ir auténticamente hacia nuestros semejantes. El pecado es separación. La ley del amor de Dios es unificadora. El Dios que nos redime mediante su entrada en la historia, y que mediante el drama del Viernes Santo prepara la victoria del día de la Pascua, es un Dios de misericordia y de perdón. Siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, los cristianos estamos convencidos de que mostrar misericordia significa vivir plenamente la verdad de nuestra vida: podemos y tenemos que ser misericordiosos, porque nos ha sido manifestada la verdad por un Dios que es amor misericordioso. El ser humano cuando comete el mal, se da cuenta de su fragilidad y necesita que los otros sean indulgentes con él. Por tanto, ¿por qué no tratar a los demás como uno desea ser tratado? Todo ser humano abriga en sí la esperanza de poder reemprender un camino de vida y no quedar para siempre prisionero de sus propios errores y de sus propias culpas. Sueña con poder levantar de nuevo la mirada hacia el futuro, para descubrir aún una perspectiva de confianza y compromiso. El perdón es ante todo una iniciativa de cada individuo respecto a sus semejantes. La persona, sin embargo, tiene una dimensión

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