Koinonía 2006-2007

Amor: irresistible promesa de felicidad 35 abraza”. No es que yo leo lo que pasó allí. A mí, a mí me quiere Jesucristo. Éste es el punto clave: que Dios a mi me ama con El amor erótico purificado totalmente; que en Él se funde con en el amor suyo, el ágape , el amor espiritual. Se entrega radicalmente a cada uno. Dios no ama a la humanidad, ama a Pedro, a Enrique, a Antonia, a cada uno con su nombre y apellidos; a mí. Cuando veo a los jóvenes me dan pena: están tristes, se ríen demasiado, ¿Cuándo nos enteraremos de que nuestra tristeza viene del vacío que llevamos dentro? Por eso no, uno no aguanta el silencio. Vivimos con la radio y con el televisor encendidos. Estamos vacíos. Esta es la médula de esta Encíclica: que Dios es amor, que me ama con amor profundo, mucho más de lo que mi papá y mi mamá, que mi novia y mi mujer puede amar; mucho más y con más calor. Me quiere un bien del alma, pero para salvarme, a mí, así como soy. Dios me quiere, Dios me ama, Dios está conmigo, siempre, de noche y de día, aunque lo desprecie, Dios está ahí. Y la Iglesia no prohíbe nada. Es que uno, solo, no va a ninguna parte. Calle cerrada, no hay salida. Por eso veo a la gente repleta de coscorrones con sangre, porque se dan contra la pared; no hay salida. Pero cuando el hombre se deja invadir por ese Dios, que quiere que yo como hombre ame, con el alma y con el cuerpo… no hay tabú. Todo lo hizo Dios: el alma, el cuerpo, el sexo. Dios lo ha hecho todo, pero todo en orden. Yo les digo a los muchachos: el camino mejor para el divorcio, el camino más derecho es eso; adelantar lo que no se puede adelantar más que fisiológicamente y nunca como persona humana; porque se separa el cuerpo del espíritu, se tienen contactos sexuales, con el cuerpo, pero no con el alma. No se puede nunca adelantar. No se puede decir: “bien, voy a probar, a ver si me gusta y se le gusta a la otra parte…”. Pero esto es falso. Pero aquí sale lo de siempre. Estamos acostumbrados a asociar la Iglesia al culto, las misas, las prohibiciones. Vemos la Iglesia separada de la vida real, como si lo de la Iglesia fuera lo espiritual y no la vida de los hombres y de las mujeres que estamos en la calle; como si la Iglesia no tuviera palabras para decirme qué hacer para que sea feliz. No, para eso la Iglesia tiene palabras y para eso está la Iglesia. Cristo se ha casado con la Iglesia, ha sido novio de la Iglesia. La Iglesia es esposa de Cristo; claro, infiel muchas veces. Cuantas veces los curas hemos hablado bien con la lengua, pero mal con la vida. Hemos desdibujado lo que hemos dicho con la palabra y no hemos avalado la palabra con el oro de la vida. Si algo yo estimo en los jóvenes es que quieren la coherencia y, aunque ellos no sean coherentes, les encandila la gente

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