Koinonía 2007-2008
¿Justicia o caridad? Reflexiones sobre Deus caritas est 15 en el ejercicio del poder social ya que en esa religión la separación cristiana entre el plano religioso y el político no es posible. Igualmente ocurre con el laicismo relativista occidental que incuba una verdadera dictadura encubierta como es claro en las partidocracias occidentale s 4 Otra cosa es el principio cristiano de la secularidad: . “Es propio de la estructura fundamental del cristianismo la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios (cf. Mt 22, 21), esto es, entre Estado e Iglesia o, como dice el Concilio Vaticano II, el reconocimiento de la autonomía de las realidades temporales . El Estado no puede imponer la religión, pero tiene que garantizar su libertad y la paz entre los seguidores de las diversas religiones; la Iglesia, como expresión social de la fe cristiana, por su parte, tiene su independencia y vive su forma comunitaria basada en la fe, que el Estado debe respetar. Son dos esferas distintas, pero siempre en relación recíproca ” (DC 28). No hay conflicto posible con el Estado pues son ámbitos diversos de autoridad, pero no se debe confundir la actuación de la Iglesia con la de los cristianos. Los cristianos tienen los mismos derechos y obligaciones que los demás ciudadanos, y los pastores de la Iglesia no les representan ni les organizan en el ámbito de las opciones políticas: “La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al 4 “En las sociedades democráticas todas las propuestas son discutidas y examinadas libremente. Aquellos que, en nombre del respeto de la conciencia individual, pretendieran ver en el deber moral de los cristianos de ser coherentes con la propia conciencia un motivo para descalificarlos políticamente, negándoles la legitimidad de actuar en política de acuerdo con las propias convicciones acerca del bien común, incurrirían en una forma de laicismo intolerante. En esta perspectiva, en efecto, se quiere negar no sólo la relevancia política y cultural de la fe cristiana, sino hasta la misma posibilidad de una ética natural. Si así fuera, se abriría el camino a una anarquía moral, que no podría identificarse nunca con forma alguna de legítimo pluralismo. El abuso del más fuerte sobre el débil sería la consecuencia obvia de esta actitud. La marginalización del Cristianismo, por otra parte, no favorecería ciertamente el futuro de proyecto alguno de sociedad ni la concordia entre los pueblos, sino que pondría más bien en peligro los mismos fundamentos espirituales y culturales de la civilización” Congregación para la doctrina de la fe (24-XI-2002) Nota doctrinal Los católicos en la vida política, 6.
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