Koinonía 2007-2008

Progreso económico y desarrollo humano integral en la era de la globalización 45 maestro e irrumpe nuestras vidas porque uno ya estaba acostumbrado al anterior. También irrumpen situaciones mucho más complejas como las internacionales. “Irrumpe el pobre”, decía en Ecclesia in America el Papa Juan Pablo II. A veces los seres humanos tienen miedo a los pobres. No es que no haya la disposición; teóricamente existe la disposición de ayudarlos. Pero ¿qué es lo qué sucede en la práctica? Es una irrupción en nuestra propia vida, es un reclamo y es una especie de reto e interpelación que está haciendo su sola presencia. Lo he visto un día y se lo reclamé a un periodista, un hombre de izquierda, muy prominente en la política mexicana que hablaba siempre de los pobres. Lo he visto, de carro a carro, cuando él no me veía en una de las avenidas más importante de México, cerrarle la ventanilla a un pobre que iba pidiendo dinero. Después le dije: “Te vi, tu discurso es falso”. Puedes no haberle dado una moneda, pero ¿qué tal un saludo, una sonrisa, porque puede ser que no tengas monedas en aquel momento? ¿O a un niño, un dulce o una caricia que no está recibiendo en este momento? Cuando de repente aparece en el semáforo el pobre no sabemos qué hacer. Le tenemos miedo. ¿Por qué le tenemos miedo, qué nos va a hacer? Esa sensación de miedo es por la inseguridad de los propios valores, los principios y las convicciones. Porque no se está reconociendo en ese ser humano, en ese pobre, a alguien como yo, no se le está reconociendo en su dignidad, no soy capaz de verme en sus ojos, no soy capaz de reflejarme en su mirada y verme en su rostro. Ver que ese es el espejo de mi propio ser. Por supuesto, mientras esto siga así, seguirá habiendo no solamente pobres, sino discriminados, humillados por miedo, por diferentes, porque simplemente no somos capaces de abrirnos a todos. El discurso es fácil, lo difícil es hacerlo. Comentaba ayer mis experiencias en la cárcel. No es que haya caído en la cárcel ningún día, pero también en alguna ocasión me tocó ser presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad de México. En ese carácter iba a las cárceles, a ver como trataban a los más marginados de los marginados que son los presos pobres porque los presos ricos viven muy bien en la cárcel. A mí me interesaban los presos pobres, que además de ser pobres estaban presos y a veces presos por estar pobres, y porque no tenían a nadie que los defendiera; una experiencia dolorosa como pocas he tenido en mi vida. Mi cargo duró tres años, pero la experiencia va a durar toda la vida. No se puede olvidar. Inclusive, ya no puedo hacerlo porque entonces tenía la credencial, tenía el cargo para llegar y entrar. Ya no lo puedo hacer y a veces me da tentación de hacer algo por esa gente que sigue sufriendo y

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