Koinonía 2007-2008

La familia en la cultura puertorriqueña 64 Pero nuestra perspectiva no es en este sentido fatalista. Creemos que la familia no está enferma de muerte. Creemos, sí que, como factor humano (y la familia es un factor esencial de lo humano), la familia está sujeta a transformaciones y cambios que, más que afectar su naturaleza misma, afectan las interpretaciones que se hacen de ella. Es un hecho innegable que la familia ha cambiado a través de la Historia porque el sujeto humano también ha cambiado. Pero de ninguna manera hay que creer que tenemos que terminar con la familia. Más bien creemos que caracteriza las cosas bellas, importantes, divinas y verdaderas. Porque, como el mismo Santo Padre concluye en su Carta a las familias (1994, 13): “Solamente si la verdad sobre la libertad y la comunión de las personas en el matrimonio y en la familia recupera su esplendor, empezará verdaderamente la edificación de la civilización del amor y será entonces posible hablar con ef icacia ―como hace el Concilio― de “promover la dignidad del matrimonio y de la familia”. En la mañana de hoy pretendo invitarles a que, juntos, rebusquemos en el tema que nos ocupa con el fin de hallar las fisuras por donde se puedan vislumbrar algunas verdades que, aunque hayan sido ya dichas, no podemos dejar de iluminarlas con el poder de la palabra. Y es que, la verdad en general, y en particular la que atañe a la familia, no se inventa. Tampoco cambia en su fundamental naturaleza. Lo que sucede es que, si olvidamos cuál es esa verdadera naturaleza, entonces tenemos el deber de reencontrarla, rescatarla o, como dice el Santo Padre, recuperarla en su pleno esplendor, sobre todo cuando nos despistamos y dejamos que fuerzas exógenas amenacen su lucidez. Pero, en cualquier caso, sea rescatándola, recuperándola o devolviéndole su esplendor, hay que retomar la verdadera naturaleza del contenido que se encierra en el concepto familia y asumirlo como nuestro. Sólo entonces estaremos en condiciones de apoderarnos de su real naturaleza, Sólo entonces estaremos preparados para vivir y celebrar la familia desde el amor y la libertad. Pero sucede que todo apoderamiento, y más cuando se trata de la real naturaleza de la familia, sólo se consigue a través de un proceso y no por generación espontánea. Como educadora y académica sé a ciencia cierta que este apoderamiento de la verdadera naturaleza de la familia no se realiza en un espontáneo luminoso. Eso sólo le ocurre a los beatos y santos, y nada más lejos de nosotros que la santidad, al menos por el momento.

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