Koinonía 2007-2008

5 PRESENTACIÓN “Ellos tratan constantemente de escapar/ de las tinieblas de fuera y de dentro/ a fuerza de soñar sistemas tan perfectos que nadie necesitará ser bueno” (T.S. Eliot, Coros de “La Piedra” ). Esta es en el fondo la tentación secreta de toda utopía política o religiosa: creer que sea posible encontrar el modo de sanar las injusticias del mundo a través de una fórmula, una “receta” o un mecanismo que permita solucionar automáticamente los graves problemas que afligen a la humanidad, sin tener que pedir a sí mismos y a los demás una conversión personal. Y sobre todo sin reconocer que este cambio no es una simple conquista humana, sino una gracia. También la Doctrina Social de la Iglesia puede ser estudiada o pensada simplemente como el conjunto de “recetas” que el cristianismo ofrece para la solución de los problemas del mundo. Tal vez ésta sea la causa principal por la cual intelectuales y políticos la encuentran decepcionante. En efecto, los cuatro principios fundamentales de la doctrina social católica - dignidad de la persona humana, bien común, solidaridad y subsidiaridad ( Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160-163) – se comprenden plenamente sólo a la luz de aquel “profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre” que “se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva” ( Redemptor Hominis, 10). No son una receta, sino el don de una verdad sobre el ser humano que debe ser continuamente aceptada y redescubierta en el riesgo de la propia libertad dentro de las circunstancias sociales e históricas cambiantes. Y esto nos aparecerá todavía más claro si no olvidamos que la verdad cristiana no es un discurso o una teoría, sino que tiene en la historia una forma y un nombre humanos: Jesucristo. Por eso estamos particularmente agradecidos con el Card. Marc Ouellet ( El Congreso Eucarístico, lugar de encuentro con Cristo ) que en su conferencia nos ha recordado precisamente el fundamento último de toda doctrina social de la Iglesia: el misterio de Dios se ha revelado en Cristo como don personal de sí mismo al hombre, don que culmina en el sacramento de la Eucaristía, “por excelencia el símbolo nupcial”, que abre horizontes inimaginables de unidad y solidaridad entre todos los seres humanos y con el cosmos entero. De aquí la importancia de la preciosa contribución del P. Eduardo Torres ( ¿Justicia o caridad?) que a la luz de la enseñanza de Benedicto XVI nos lleva a comprender más profundamente qué es “caridad” y por qué nunca podrá ser sustituida por la justicia: “no hay orden estatal, por

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