Koinonía 2008-2009

real. Los nacionalismos, pese a su tendencia a organizar la totalidad de la vida social conviven en o permiten la democracia liberal. Las Iglesias cristianas no pueden ser consideradas hoy, sin mala fe, un obstáculo para la existencia y legitimidad de los Estados liberal-democráticos; las querellas sobre ciertos aspectos de la enseñanza, el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual, que las Iglesias mantienen con el Estado, no suponen un cuestionamiento del principio de la neutralidad religiosa del Estado ni su fundamental autonomía para organizar y administrar la vida política y jurídica. Se trata, a mi entender, de otra cosa, que luego trataremos. Si la situación puede hoy entenderse como una crisis del Estado liberal (no me refiero a la crisis económica, es claro), ello no se debe ya, en modo alguno, a la tradicional amenaza de heteronomía religiosa, sino al derrumbamiento progresivo de la fuerza, el prestigio y la cohesión del espacio público que el Estado liberal representaba. Al hablar del espacio público me refiero al ámbito común en el que los individuos que en él participan, los ciudadanos, tratan, como decía Aristóteles, de lo justo y lo conveniente, es decir, del modo mejor de organizar la vida en común. El Estado liberal, afianzando su autonomía frente a la religión, había pensado asentar de manera definitiva el espacio público o político. Para ello, como hemos visto, se dotó de una moral laica como cemento de unión de los ciudadanos y a la vez de identificación con el Estado. Pues bien, lo que está en crisis es precisamente el espacio público, la política y, naturalmente, su correspondiente moral. Son desde luego muchos los factores que propician esta crisis, que los sociólogos y politólogos mencionan; los rótulos de “sociedad multicultural” y “globalización” sirven para conjuntar esa diversidad de factores y mostrar que la ruptura de los límites nacionales y la heterogeneidad de las fuerzas sociales que conviven en la sociedad civil han acabado con la relativa homogeneidad social que permitía vincular a los individuos en el espacio público. Pero permítanme que no ejerza de sociólogo, para lo que carezco de formación y que me restrinja al plano de las ideas, como buen filósofo. Creo que Gauchet tiene razón cuando vincula esta crisis del ámbito público a la ola de individualismo que invade a las sociedades occidentales desde, por poner una fecha-símbolo, 1968. [Su tesis, para ser exactos, es que no es esa ola la que propicia el derrumbe de lo público, sino al revés, que lo público estaba ya carcomido por su éxito, es decir, porque, al perder su contrincante, la religión, dejó de tener la fuerza que lo mantenía en pie y con ello su capacidad de proponer una moral y un sentido a la existencia de los ciudadanos]. El triunfo del liberalismo anglosajón en la concepción de las relaciones entre la 135 Estado e Iglesia 1- El Estado laico moderno y las religiones

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=