Koinonía 2008-2009
acomodarse a ese papel. El mensaje de salvación de una religión no puede acomodarse al individualismo reinante, no puede convertirse en una forma de consumo, sino de transformación de esas condiciones. Pero, muy especialmente, no debe jugar como los grupos de intereses privados en la disputa por convertir sus pretensiones en derechos y contribuir a mantener esa depredación del ámbito público por las “identidades” a que actualmente asistimos. El Cristianismo no es una “identidad” en disputa con otras, aun cuando desde fuera se le pueda y se le quiera ver así. Tiene en su actuación pública que marcar la diferencia con nacionalismos, minorías culturales, sexuales y asociaciones de todo orden, cuya presencia en la vida pública se reduce, en último extremo, a interesarse por el “qué hay de lo mío”, por la identidad que se quiere promover. El cristianismo no puede concebir su presencia pública como la lucha por introducir en la sociedad una especie de “cuota de cristianismo”. Es aquí donde me parece muy ilustrativa la idea clave del pensamiento de Ratzinger: la correlacionalidad fe-razón, de cristianismo y logos griego. De manera inequívoca, en su conversación con Habermas primero y luego como Papa en Ratisbona, Ratzinger ha insistido en la misma idea: en la religión cristiana no tiene sentido hablar de una oposición frontal fe/razón, sino de complementariedad y de legitimidad mutua. “Actuar irracionalmente es contrario a la esencia de Dios”. [Y si ahora el programa de la inteligencia cristiana se plantea en términos de “ánimo para ampliar la razón, no para negar su grandeza”, lo que esto significa es una incitación para pensar las claves de la peculiar figura que ha tomado la razón en la etapa final de la modernidad]. Esta idea, fundada en la corriente central de la tradición cristiana, da lugar a consecuencias importantes en el campo de la política. Me permito aludir al menos a dos: 1) En primer lugar, la Iglesia debe, a mi entender, esforzarse en el ámbito público en mostrar la razonabilidad de sus posiciones, es decir, en buscar el acuerdo en presupuestos comunes -en virtud de su valor social, su eficacia o su contribución al bien común-, con sectores agnósticos o musicalmente arreligiosos, como dice Habermas. Esta búsqueda de acuerdo actúa en dos direcciones: hacia arriba, (en lo que podemos llamar el trasfondo cultural último), compartiendo buena parte de posiciones filosóficas contemporáneas, mostrando que la conjunción entre voluntad individual omnímoda y capacidad tecnológica puede Estado e Iglesia 1- El Estado laico moderno y las religiones 141
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