Koinonía 2008-2009

16 mapa de la razón y su eternidad invisible se nos aparece y significa por todos lados. Nos hace experimentar el frágil gozo de existir y su gratuidad vencedora de la nada. Se hace presente en todo y se retrae en su libre discreción para con el hombre: es todo y parece nada. En la medida en que la razón no se hace violencia a sí misma, en que no se encierra defensivamente en el “patio de los objetos a la mano”, perfora el equívoco y debe asentir y perseguir la lógica del ser. Todo el universo de la cultura, de la filosofía y de la ciencia se funda en esto, atestigua esto y vale en cuanto vive de esta tensión: hay que atreverse a gozar y tomar en serio la apariencia, avanzando más-allá ( metá ) para entender y vivir como hombres el “más-acá” ( fysica ), para vivir el mundo sin ir asfixiándose en el mundo. Esta es también la matriz antropológica de la universidad como lugar de culminación educativa de la conciencia crítica y sistemática de la experiencia de la realidad en su conjunto, a partir de un abierto perfil epistemológico y práctico del tipo de sistema de conocimiento asumido, de participación investigativa y de actuación profesional en el mundo social. Para ello la universidad emerge como lugar intersubjetivo culminante donde el ejercicio educativo del “núcleo crítico” del yo, portador de exigencias ilimitables para compararlo todo desde las demandas trascendentales de verdad y justicia, de belleza y felicidad, se configuran como interpretación activa del mundo mediante la afirmación de su significado y destino. Son esas exigencias infinitas, constitutivas de la interioridad, el sustento de la libertad que ningún poder es capaz de corresponder y el “focus” que devela el brillo pluridimensional de la exterioridad de lo real (que muestra su atractivo y su inteligibilidad, su correspondencia y utilidad a nuestras exigencias y necesidades). El ejercicio de este núcleo crítico es el que mantiene viva y abierta esa desproporción de sí a sí-mismo en la búsqueda de su referente adecuado en la exterioridad, en la alteridad de un otro a la altura de la inigualabilidad experimentada por el yo-carnal. Herida de otro en la ley interior del deseo y atractivo de lo otro en el brillo del mundo con el que el deseo se confronta, hacen que el yo sea libre, que no se conforme con una respuesta superficial ni con una satisfacción barata. También es lo que hace que la universidad no sea un lugar donde la interpretación del significado del mundo culmine en una mera posición ideológica. Esa herida y ese atractivo reconocidos en su estatura crítica sitúan en otra perspectiva: la de una atenta espera de una presencia viviente, en sintonía con un amor capaz de abrazar toda nuestra existencia y la infinitud de nuestro deseo. Esto excede la pretensión de Ampliar la razón para vivir hoy la universidad

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