Koinonía 2008-2009
87 Ruah expresa primariamente el soplo de vida que sale de Dios, su acción creadora que hace ser a la naturaleza, a todos los vivientes, al hombre. Dice el libro de la Sabiduría: “Señor, amigo de la vida, en todas las cosas está tu soplo incorruptible” (12, 1). El hombre existe porque Yavé insufla en él su soplo de vida (Gn 2, 7). También el animal ha sido llamado a la existencia gracias al mismo principio de vida (Gn 6, 17; 7, 15.22; Qo 3, 19-21). Toda la vida depende del ruah de Dios: “Dios, Yahvé… que das a los que la habitan el aliento, el soplo a los que por ella andan” (Is 42, 5; cf Sal 104,29-30; Nm 16, 22; Gn 45, 27; Ex 37, 14; Jb 10, 12; 17, 11). Con el mismo término ruah , la Escritura designa el espíritu individual del hombre. Expresa “el centro de las ideas, de las decisiones y de todos los estados de ánimo ” 83 , “el nivel más elevado de la vida interior del hombre ” 84 . Sin embargo, “está fuera de duda que ni aquí ni en otros lugares, jamás significa ruah un alter ego espiritual del hombre que, por constituir su yo superior, posea una existencia más duradera, no sometida a la muerte” 85 . De los dos relatos bíblicos sobre la creación del hombre y de la doctrina constante veterotestamentaria se percibe en el hombre un aspecto exterior, arcilla y polvo, cuerpo, por el que entra en relación con sus semejantes y con el universo: es su capacidad de exteriorizarse. Y otro interior, alma, conciencia, espíritu que designan la persona humana en su más secreta unidad (Mc 2, 8). Santo Tomás llama a estas facetas “homo exterior” y “homo interior ” 86 . Pero de ningún modo, en la ideas veterotestamentarias “se puede encontrar justificación a una psicología dualista del hombre ni a una psicología tricotómica” 87 Estos tres vocablos conservan en el N. Testamento el mismo sentido semita de hombre total, y no siguen la antropología dualista del judaísmo tardío ni la habitual en el helenismo. Afirma el P. Spic: “Nada muestra mejor el carácter estrictamente semítico de la antropología de los evangelios que su omisión casi total de los términos de la vida, bios y zoé ” . 88 83 Eichrodt, W., op. cit., p. 57, nota 1o; cf Is 57, 16; Ex 37, 14; Jb 10, 12; Jue 8, 3; Ex 6, 9. . Y de san Pablo refiere: “La concepción paulina del hombre – cualquiera que sean sus propios matices-, es fundamentalmente la del A. 84 Ib., p. 139. 85 Ib., p. 140. 86 1, q. 75, a. 4, ad 1. 87 Eichrodt, W., op. cit., p.154. 88 “Dios y el hombre en el N. Testamento, ed. Secretariado Trinitario, Salamanca, 1979, p. 164. De cómo armonizar el relato bíblico de la creación con la teoría evolucionista
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