Koinonía 2009-2010

Libertad y “nuevos derechos” 35 aceptable y buena, por el simple hecho de que es el objeto de preferencia de una libertad individual”. Con esta afirmación quisimos expresar sintéticamente uno de los cambios más significativos en el modo de entender la libertad. En efecto, según la tradición filosófica clásica (así como para el sentido común, hasta hace poco) lo que determina la bondad de una acción es, ante todo, el objeto hacia el cual se orienta: “La moralidad del acto humano depende sobre todo y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada , como lo prueba también el penetrante análisis, aún válido, de santo Tomás”. 3 Si el objeto es bueno, la acción que libremente lo elige se vuelve buena. De ahí que el acto no es bueno solo porque es libre, sino porque se dirige hacia un objeto que la razón presenta como un bien apreciable en orden al fin último: “la moralidad de los actos está definida por la relación de la libertad del hombre con el bien auténtico”. 4 Kant fue el primer filósofo que abogó por una ética que no viera en la búsqueda del bien la moralidad de una acción. Independientemente de las intenciones que motivaron a Kant para llevar a cabo esta ruptura entre moralidad y bien, el éxito contemporáneo de aquella reivindicación de autonomía para la libertad humana es una creciente afirmación de la libertad como bien en sí que, con su elección, hace buenas las cosas elegidas. Bueno de por sí es el acto que prefiere y elige: cualquier cosa que se interponga entre el acto y su realización es un mal. No importa qué es lo que se escoge, porque parece que ya no hay manera de juzgar de manera racional y universalmente aceptada lo que es bueno y malo. No elijo algo porque es bueno, sino que es bueno porque lo elijo. Esta concepción de libertad tiene unas consecuencias importantes. La primera es que si todo vale por el simple hecho de ser escogido, entonces ya no hay nada que valga realmente la pena escoger. Todo se vuelve equivalente, igualmente insignificante. Esta perspectiva destruye en el fondo lo que quería promover: la diferencia entre vida auténtica y vida no-auténtica desaparece porque no tiene sentido el sacrificio de ser fiel a un proyecto de vida que vale exactamente lo mismo que su contrario 5 . 3 Juan Pablo II, Veritatis Splendor , 78. 4 Juan Pablo II, Veritatis Splendor , 72. 5 Sobre este aspecto crítico de la ética de la autenticidad, cfr. C.Taylor, La ética de la autenticidad , Barcelona: Paidós, 1994.

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