Koinonía 2009-2010

Palabra del Señor y doctrina social de la Iglesia 58 manifiesto de un partido. Tampoco es un panfleto ideológico. Sí es un acervo doctrinal para ayudar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo a que vean y juzguen su realidad a la luz del Evangelio y a que actúen en consecuencia. Los principios y los valores de la Doctrina social de la Iglesia nos conducen a ver, juzgar y actuar en nuestro "aquí y ahora" conforme a la Palabra del Señor. Si la Doctrina social de la Iglesia consistiera en la exhortación de instruc- ciones concretas y específicas a los gobiernos y a las instituciones incurriría en una contradicción colosal; tendría el efecto irremediable de restarle valor y eficacia a la Palabra que permanece para siempre . Las realidades cambian según el tiempo y el lugar; el Evangelio siempre es el mismo. No puede haber un evangelio para hoy y otro evangelio para ma- ñana. Precisamente porque el Evangelio es la Palabra del Señor que permanece para siempre , podrá leerse de un modo nuevo en una realidad nueva y servirá para iluminar toda realidad . " Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna ". (Jn 6, 68) Por eso la Doctrina social de la Iglesia no es algo nuevo. Ha venido fraguándose desde la predicación de los profetas. Los primeros cristianos vivieron una experiencia comunitaria de fraternidad intensa para convertir en realidad el mensaje de salvación integral que nos dejó Jesús. Los Santos Padres redactaron riquísimos pasajes en torno a las consecuencias sociales de la Palabra. En fin: esta doctrina comenzó mucho antes de que el Papa León XIII, el 15 de mayo de 1891, se ocupara de la cuestión obrera en la Rerum novarum ; aunque, por supuesto, tal documento constituya la primera encíclica social y el inicio más estructurado del corpus de la "Doctrina social de la Iglesia". Desde 1891 los pontífices han venido iluminando el devenir histórico con su Magisterio social. Este Magisterio no es definitivo; nunca se acaba, dado que siempre tiene una realidad nueva ante sí y, en consecuencia, siempre tiene algo nuevo que decir. La historia no se detiene, mientras que la Palabra del Señor, precisamente porque es eterna, siempre resulta nueva para quienes colaboran, en un presente, para construir un futuro de salvación para todos los hombres y para todas las mujeres. Todo esto implica que los Obispos diocesanos, quienes han sido designados para enseñar, santificar y gobernar una Iglesia particular, deben tener los ojos muy abiertos a la realidad inmediata ; están llamados a identificar las necesidades de la grey que les han encomendado y a ejercitar su ministerio de proclamar el Evangelio y de enseñar la Doctrina social, de tal modo que sus fieles tengan una referencia evangélica y

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