Koinonía 2009-2010

Palabra del Señor y doctrina social de la Iglesia 59 doctrinal a la hora de realizar actuaciones concretas. Cristo habló al ser humano para siempre; ofreció la salvación a los hombres y a las mujeres de todas las épocas y de todo confín. De ahí "la necesidad de que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la vida social. No se trata de anunciar una palabra solo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva." (VD 93) Del Espíritu del Señor que nos ha sido derramado (Rm 5, 5) proviene el derecho y el deber que tiene la Iglesia, en cuanto institución integrada por ciudadanos y ciudadanas a quienes hoy día se les suele llamar " constituyentes ", a profesar y a vivir su fe. Del mismo Espíritu proviene el derecho y el deber que tienen los Obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles, de predicar el Evangelio a toda la humanidad, a recordar a todos los gobiernos y a todos los sistemas, económicos y de toda índole, que la Palabra del Señor permanece para siempre; que en Cristo "vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 5, 17). Nadie en la Iglesia pre- tende decirle a ningún gobierno, a ningún partido ni a ningún sistema qué debe hacer concretamente ni cómo debe hacerlo; pero el Magisterio tiene el perfectísimo derecho y el gravísimo deber de proclamar el Evangelio y de recordar la exigencia moral que de éste emana: que todo cuanto se haga, y el modo en que se haga, ha de observar las exigencias del Evangelio. El cumplimiento de este deber de predicar el Evangelio y de enseñar la Doctrina social nunca ha sido fácil. Incluso muchos católicos, no pocas veces, confundimos la voz profética que proviene de la gratuidad evangélica con el interés partidista de la acción político-económica o con el "anuncio político pagado". Muchas veces el fanatismo o las posturas partidistas nos conducen a pensar que debe existir un muro infranqueable entre la Palabra de Dios y la palabra de quienes ostentan o aspiran a ostentar el poder político o económico. Por eso conviene que todo católico se acerque continuamente (i) a la Palabra del Señor, que la escuche atentamente y en disposición de acogerla y de llevarla en sus labios y en su corazón para transformar la realidad y (ii) a la voz del Magisterio social que anuncia e interpreta la Palabra que "está bien cerca de ti... en tu boca y en tu corazón para que la pongas en práctica" (Dt 30, 14).

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