Koinonía 2010-2011

Preguntas de este tipo, que para el hombre de hoy podrían parecer ingenuas, no lo eran para un estudioso del siglo XVII, para quien la verdad del conocimiento natural necesariamente debía coincidir con lo presentado en las Sagradas Escrituras, en la Biblia. Y, desde este punto de vista, Galileo también pensaba lo mismo: hay una correspondencia exacta entre las dos verdades, porque la naturaleza y Las Escrituras no pueden contradecirse. “Cuanto a hacer falsas a las Escrituras – escribe en un apunte de 1615 – esto no es y nunca será la intención de los astrónomos católicos como nosotros, de hecho, nuestra opinión es que las Escrituras concuerdan perfectamente con las verdades naturales demostradas”. 21 En efecto, es una exigencia propia del método de Galileo la de no poner distinciones entre el enfoque científico para las cuestiones naturales y la reflexión teológica sobre la naturaleza: son los dos caminos mediante los que se conoce la realidad – que tienen su origen en el único “Verbo divino”, como dirá en la famosa Carta copernicana dirigida a la Señora Cristina di Lorena (Gran Duquesa Madre de Toscana) – y nunca pueden contradecirse, aunque procedan de modalidades diferentes. La Biblia, en efecto, siendo “dictado del Espíritu Santo” necesita ser continuamente interpretada y aclarada, mientras la naturaleza, siendo “cuidadosa ejecutora de las órdenes de Dios”, no exige mayores explicaciones, ya que su curso es inexorable e inmutable. Por esta razón, Galileo no podía tomar la sugerencia de Roberto Belarmino de presentar el sistema copernicano como una simple hipótesis. En efecto, para este último, la ciencia – especialmente la astronomía – debía moverse solamente en el plano de las hipótesis desde el momento en que para todo efecto natural siempre habría sido posible dar diferentes explicaciones respecto a la que hoy parecería la más adecuada o la mejor. En este sentido, el sistema copernicano también era visto solamente como una simple hipótesis de explicación matemática del universo. En cambio, para Galileo, la ciencia astronómica experimental nos provee el carácter necesario de la misma realidad natural. Efectivamente, el horizonte científico y cultural de la época era sustancialmente unitario y no permitía fragmentaciones. Sin embargo, analizando con mayor profundidad, este es el mismo error que cometen los teólogos de la época: en efecto, ellos también creían que había una identidad sustancial entre la estructura de la realidad natural y lo que la Biblia decía sobre este punto. Además, no parece que los teólogos tuvieran los criterios epistemológicos para distinguir 21 Galilei, Opere , vol. V, p. 367.

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