Koinonía 2010-2011

Curiosamente, el contraceptivo y la reproducción técnicamente asistida son las dos caras de la misma moneda: puede haber intimidad sexual sin niños y puede haber niños sin intimidad sexual (Es solo una observación, nada más…) • Al procrear, el hijo es, definitivamente, el fruto de una donación de sí y el embrión es un misterio protegido en el seno materno. Al reproducir, el hijo es producto de pericia técnica y el embrión es manipulado, expuesto al laboratorio y, encima, congelado. (Descongelar el embrión no es una tarea fácil. Al descongelarlo muchas cosas pueden pasarle a este embrión que lo hace imposibilitado para continuar su vida). • El deseo natural del hijo, todo el mundo lo comprende. El derecho al hijo es algo mucho más controversial desde el punto de vista ético. En resumidas cuentas, la reproducción interrumpe la continuidad entre el amor conyugal y la vida de la nueva persona en el contexto de ese amor. Separa la intimidad, la gestación y el alumbramiento del hijo que nace. En la reproducción técnica sustituida, el hijo corre el riesgo de verse como producto manipulable, como objeto descartable bajo control de calidad. Todo lo contrario de lo que realmente los principios éticos y la sensibilidad humana ven en un hijo, que es más bien un regalo, un tesoro que se acepta independientemente de las condiciones bajo las cuales nace. Por supuesto es la máxima figura en una familia, un sujeto privilegiado. ( Ponencia presentada en la PUCPR durante el Foro: “El negocio de la reproducción asistida, ¿ha congelado la 1568?”, 25 de enero de 2011)

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