Koinonía 2012-2013

36 koinonía | anuario 2012-2013 Durante ese tiempo llegábamos cada mañana a hablar con ellos y le preguntábamos: ¿cómo le va? ¿Qué pasa? ¿Cómo le fue el día? ¿Cómo le fue la noche? Después de tres meses hubo una tempestad y el barrio se inundó de agua. Cuando hay mucha agua, como en estos días, todas las casitas de zinc se inundan y la gente no puede salir. Debido a que construyeron estas casitas una muy cerca de la otra, no hay espacio entre ellas y el agua no puede fluir, se queda estancada. De esta manera, la inundación llega muy rápido, porque estamos frente al mar. En esa fuerte lluvia desaparecieron siete bebes recién nacidos. Una mamá llego gritando y llorando pidiendo ayuda hasta la puerta de gomas, donde yo estaba hablando con los muchachos. Precisamente encontraba a una mujer inmersa dentro de las preguntas de su corazón, porque estaba muy claro que yo no podía hacer nada por su bebé, ni sabía dónde estaba el cuerpo de su bebé. Sin embargo, esta madre no era capaz de estar sola frente al dolor de la muerte de su hijo. De este modo, nos abrieron las puertas y nos quedamos el día entero bajo el agua procurando encontrar a los bebés… pero no los encontramos. La única posibilidad que tenia esta mujer dentro de su experiencia, dentro de un dolor tan grande era la de gritar, de pedir ayuda y de no querer quedarse sola; porque era imposible estar sola dentro de un dolor tan grande. Esta experiencia nos abrió las puertas del barrio y al día siguiente ya no estaban las gomas en frente de la calle. Comenzamos a entrar y muchos otros entraron detrás de nosotros. Al entrar, encontramos barracas de zinc, niños solos en la calle, madres lavando ropa… una desesperación total, una soledad total, una necesidad de todo, pero primeramente de una amistad. Estos barrios estaban cada día más solos dentro del cansancio de la vida, sin ninguna esperanza. Una escuela para niños que no existen Todo Haití, hasta la misma ciudad de Porto Príncipe hablaba

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