Koinonía 2012-2013

49 instituto de doctrina social de la iglesia | pucpr espiritual tiene que tener presente la psiquis, el ambiente, la cultura y todos esos factores pero, también, que somos seres espirituales creados por Dios, somos hechura de Dios. Nos dice Génesis 2, 7: “Dios sopló, nos creó, nos dio ese alto de vida.” Y, ¿cuál es la realidad con que nos encontramos? Un ser creado a imagen y semejanza de Dios, un ser humano llamado a la santidad, un ser humano que ha sido y ha decidido por la libertad para escoger el bien o el mal. Y, la realidad en que nos encontramos es una sociedad materialista, una sociedad consumista, una sociedad donde la sexualidad se enmarca en una libertad tal cual que da paso a una sexualidad desenfrenada en algunos ambientes. Incluso, decía el Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, en unas 360 ocasiones él habló del tema de las adicciones en la diversidad de documentos a través del magisterio: hablando del escepticismo que estamos viviendo hoy, donde se exige sobre todo evidencia para creer y el hedonismo donde se da la búsqueda del placer y el escape del dolor. Por eso, ante esa realidad, esta rendición de la libertad es la muralla hacia lo que es la donación y la donación de vida. Por eso es que el catecismo también afirmó que, fuera de los casos en que se recurre a las drogas y a la medicación por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave su uso, porque atenta a la donación, atenta a la santidad de vida y, por eso, el Papa ha hablado y ha llamado a los traficantes, “mercaderes de la muerte”, porque sumergen al hombre llamado a la santidad en redes que en nada abonan a una felicidad plena, a llenar un vacío existencial de un espacio que sólo lo llena Dios porque Dios le ha dado la vida, lo ha creado para Él. Y, decía San Agustín: “El corazón del hombre anda inquieto hasta que no descanse en Él.” Por eso, la realidad nos demuestra que ninguna droga es inofensiva; por eso se habla de drogas psicoactivas, porque activan, mueven y empujan a ese ser humano y del uso se puede pasar a un deseo imperioso de consumo, es decir, instalándose ese patrón desadaptativo que lo lleva a la búsqueda de una alegría

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