Koinonía 2015-2016

27 instituto de doctrina social de la iglesia | pucpr lugares y tiempos fuera de aquellos donde Jesús y sus Apóstoles habían vivido y muerto. La protección y el poder de Dios se manifestaban a través de estos testigos. Sus restos eran reliquias, es decir, evidencia de la eficacia continua del poder divino. Cuando terminaron las persecuciones dentro del imperio romano e incluso fuera de dicho imperio, los fieles extendieron la veneración incluso a aquellos que no habían muerto por la fe, pero que, sufrido por ella, la habían confesado en forma heroica, sin llegar al derramamiento total de sangre. A éstos se les llamó confesores. Los misioneros con celo apostólico que se iban a predicar en circunstancias difíciles a los que no conocían la fe, o los maestros insignes de la fe o doctores, también fueron incluidos entre los venerables. Con el fenómeno de la vida monástica, se abrió otro camino, modelo o forma de vida santa. Los grandes ascetas eran llamados al testimonio del martirio blanco, que no requería derramamiento de sangre, pero sí evidenciaba la muerte a todo pecado y al mismo mundo para vivir exclusivamente para Dios y combatir contra los demonios, no los oficiales del imperio ahora tolerante de la nueva fe. Entre los siglos VI y X de la era cristiana, el número de fieles difuntos incluidos en las listas de santos mencionados en la liturgia, fue creciendo. Muchos fieles eran considerados por sus vecinos como ejemplos de caridad extraordinaria o comohacedores notables de milagros. El número de fiestas y memorias de santos aumentó dramáticamente. Incluso hubo quienes, para sacar provecho de algún vecino que tenía fama de santo, proclamaron la santidad del vecino para conseguir el privilegio de ser sus protectores y devengar beneficios económicos de los que peregrinaran a sus tumbas. Algunas vidas de carácter legendario se compilaron para dar credibilidad a dichas aseveraciones. La fama de santidad popular, llamada canonización por aclamación, tuvo que ser intervenida por las autoridades eclesiales, en particular por el obispo local, para que no hubiese abusos en dicha práctica. Se empezó a requerir que se

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