La convocatoria de una semilla: Fundamentos y dinámicas del desarrollo constitucional de Puerto Rico | Cuarta Edición

100 pontificia universidad católica de puerto rico gabinete completo salvo el auditor. 165 Incluimos en las notas el extenso y emotivo relato del Dr. Fernós sobre su aprobación final, por su valor histórico y porque ilustra la agilidad parlamentaria que el Comisionado Residente demostró en corto tiempo en el Congreso. 166 165 De importancia singular era el nombramiento del Comisionado de Instrucción. El gobernador Muñoz Marín designó a Mariano Villaronga cuyo nombramiento presidencial no había sido confirmado por el Senado federal en 1947. Ahora fue confirmado por el Senado de Puerto Rico, y el 6 de agosto de 1949, mediante la Carta Circular Número 10, se designó el español como el vehículo de enseñanza en Puerto Rico y el inglés común segundo idioma. 166 Ver de Antonio Fernós Isern, Estado Libre Asociado de Puerto Rico, supra, pp. 77 y 78. El relato: Por entrevista celebrada con el senador Taft, el Comisionado sabía que aquel no era partidario de que el Gobernador nombrara a los Jueces del Tribunal Supremo. Sin que él lo dijera expresamente, se veía que deseaba que los jueces del Supremo siguieran siendo de nombramiento presidencial. Podía pues esperarse otra enmienda en ese sentido en el hemiciclo del Senado. Se hacía claro también, que mientras más tarde en la sesión se considera el proyecto, más difícil sería oponerse a esa enmienda del Supremo y tanto más difícil pretender eliminar además el coordinador. Por otra parte, era de la mayor importancia que se aprobara el proyecto, aunque fuera con coordinador, aunque fuera sin el Supremo. Puerto Rico no podía seguir con gobernadores nombrados por Washington. Era el último día de sesión. Los proyectos se leían en el Senado por su título. Leído el título, si no había objeción, se daba por aprobado el proyecto. Si había objeción a la consideración, quedaba pospuesto ese proyecto hasta nueva lectura del calendario. Pasó la tarde del sábado, último día de la sesión. Varias veces llegó el turno al proyecto de Puerto Rico y tan pronto se leía el título, el Senador Taft pronunciaba una palabra fatídica: <over>. Eso quería decir, objeción y quedaba pospuesta su consideración. El Comisionado Residente permanecía sentado en uno de los sofás que hay en el salón del Senado, detrás de los pupitres de los senadores. Salía de cuando en cuando al pasillo privado de los senadores. Tuvo allí distintos cambios de impresiones con el senador Butler, que repetía su seguridad de que se aprobaría el proyecto. Cayó la noche. La impaciencia del Comisionado subía de punto. El Comisionado resolvió dar un paso que consideró, aunque arriesgado, necesario. Solicitó del senador Chávez, demócrata, que interviniera para forzar la consideración del proyecto. El abogado de la Oficina de Territorios del Departamento del Interior, Erwin Silverman, se escandalizó de lo que había hecho el Comisionado. Dijo que al cruzar la línea de partidos, el Comisionado había antagonizado al senador Taft. Esto, creía Silverman, sería final para la aprobación del proyecto. La contestación del Comisionado fue: ‘La suerte está echada’. Chávez actuó eficazmente. A poco se leyó el título de un importante proyecto para revisar las jerarquías en el generalato del Ejército. Tenía gran interés el Senador Taft en ese proyecto. El Senador Chávez pronunció la palabra fatídica: “over”. El zapato estaba ahora en el otro pie. Taft miró a Chávez sorprendido. Al poco rato se levantó de su asiento, vino hacia el de Chávez y sostuvo con él una animada conversación. Minutos después salió el Comisionado al pasillo de los Senadores. Como esperaba, salió también el senador Chávez. El senador Taft dejaría pasar el proyecto de Puerto Rico una vez se hubiera aprobado el proyecto militar. Había dado resultado la maniobra de Chávez. Se marchó Chávez de nuevo al salón del Senado y a poco se asomó a la puerta del pasillo de los senadores el senador Taft. Aseguró el Comisionado que el proyecto se aprobaría. Pero eran ya las diez de la noche y todavía no se había aprobado. A las diez y media llegó el representante Crawford, autor del proyecto en la Cámara, y que había sido tan diligente para su aprobación allá. Explicaba cuál era la situación, fue de opinión que la estrategia del senador Taft consistía en aprobar el proyecto tan a última hora que no fuera ya humanamente posible celebrar conferencias entre el Senado. Forzaría así a la Cámara para considerar cualquier enmienda que se hiciera en el Senado, sin discusión, so pena de que fracasara el proyecto. Pero con esta maniobra podría faltar tiempo incluso para que la Cámara aceptara las enmiendas. Moriría el proyecto. Se tenía que decidir si se estaba en disposición de aceptar o no aceptar las enmiendas. Si no se aceptaban, habría que dar por perdido el proyecto. Por otro lado, si se había de aceptar, cuanto antes se hiciera sería mejor para que pudiera tramitarse el proyecto a tiempo de que la Cámara aceptara las enmiendas del Senado. ¡La Cámara había acordado ya cerrar sus trabajos a los doce en punto de esa noche! Crawford escribió en un pedacito de papel más o menos el siguiente mensaje para Taft: Si usted interesa una enmienda para que el Supremo siga siendo nombrado por el Presidente, puede contar en la Cámara con mi apoyo a la enmienda. Crawford depositó el mensaje en el escritorio de Taft mientras este debatía sobre otro proyecto. Al sentarse Taft y leer el mensaje, sonrió, movió la cabeza afirmativamente y siguió adelante en su labor de floor leader. A las doce menos cinco se leyó nuevamente el título del proyecto de Puerto Rico. Esta vez Taft no dijo <over>. Propuso su enmienda. La tenía escrita de antemano. Era la del Supremo. Se aprobó unánimemente. No hubo objeción a la aprobación del proyecto. Quedó aprobado el proyecto, pero sólo quedaban cuatro minutos para el trámite de Secretaría y su envío a la Cámara antes de que esta cesara sus sesiones; imposible que se llegara allá en cuatro minutos. ¡Tanto esfuerzo para perder el proyecto a última hora y por solo nos minutos! Esa parecía ser la situación, pero Crawford y el Comisionado no se rindieron, se repartieron el trabajo. Crawford corrió a la Cámara a conseguir que se prolongara la sesión lo suficiente para que llegara el proyecto desde el Senado. El Comisionado se fue a Secretaría del Senado a lograr que se apresurara el trámite. En minutos estuvo hecho el trámite; en minutos recorrieron el mensajero y el Comisionado la distancia del Senado a la Cámara. El Comisionado llevaba al mensajero cogido del brazo, empujándolo para que corriera rápidamente hasta el opuesto extremo del Capitolio, donde está la Cámara. ¡Llegó el proyecto a la Cámara a las doce y tres minutos! Pero a la entrada de la Cámara esperaba Crawford jubiloso. ¡La Cámara esperaba por el proyecto!

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