La percepción de la calidad y la satisfacción con los servicios médico hospitalarios en Puerto Rico

7 la percepción de la calidad y la satisfacción con los servicios médico hospitalarios en puerto rico En primer lugar, se destaca la Carta Encíclica Humanae Vitae de 1968. En ella, S.S. Juan Pablo II se dirige a los médicos y al personal sanitario (enfermeros, técnicos, tecnólogos, entre otros) cuando señala que: Estimamos altamente a los médicos y a los miembros del personal de sanidad, quienes en el ejercicio de su profesión sienten entrañablemente las superiores exigencias de su vocación cristiana, por encima de todo interés humano. Perseveren, pues, en promover constantemente las soluciones inspiradas en la fe y en la recta razón, y se esfuercen en fomentar la convicción y el respeto de las mismas en su ambiente. Consideren también como propio deber profesional el procurarse toda la ciencia necesaria en este aspecto delicado, con el fin de poder dar a los esposos que los consultan sabios consejos y directrices sanas que de ellos esperan con todo derecho (Núm. 27). En contraposición a este llamado individual a los médicos y al personal sanitario, en la Carta Encíclica Laborem Exercens de 1981, San Juan Pablo II, hace un análisis macrosocial de la necesidad de acceso de los obreros a un cuidado de la salud adecuado. A tales efectos, plantea lo siguiente: Además del salario, aquí entran en juego algunas otras prestaciones sociales que tienen por finalidad la de asegurar la vida y la salud de los trabajadores y de su familia. Los gastos relativos a la necesidad de cuidar la salud, especialmente en caso de accidentes de trabajo, exigen que el trabajador tenga fácil acceso a la asistencia sanitaria y esto, en cuanto sea posible, a bajo costo e incluso gratuitamente (Núm. 19). Como se observa, el pensamiento de San Juan Pablo II era uno de vanguardia con respecto de las políticas de salud que debían seguirse en una sociedad. Esto quedó también evidenciado en su Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis (1987). Al hablar de las diferencias socioeconómicas entre los países desarrollados (Norte) y los países subdesarrollados, el Santo Padre planteó lo siguiente: A la abundancia de bienes y servicios disponibles en

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