Revista Horizontes: primavera/otoño 2010 | Año LIII Nums. 102-103

10 Esta movilidad migratoria se ha acentuado en las últimas décadas. Motivados mayormente por cuestiones políticas (como ha sido desde 1960 el caso de los cubanos) o por cuestiones económicas (como es el caso de numerosos dominicanos que al día de hoy – 2010- llegan en míseras embarcaciones a las costas puertorriqueñas) o el de los haitianos hace unas décadas (cuando arribaron a Puerto Rico y fueron inicialmente encerrados en el Fuerte Allen, localizado en la parte sur de la isla y, con posterioridad, devueltos a su país), los antillanos siempre han tratado de emigrar, al punto de que en la actualidad existe, en los Estados Unidos de Norteamérica, una creciente población de insulares: cubanos, puertorriqueños, dominicanos, de la misma forma que existen grupos de cubanos, dominicanos o puertorriqueños que viven indistintamente en las diferentes islas. Estos grupos, si bien por un lado, tratan de conservar su cultura, su música, sus costumbres, su comida y hábitos alimenticios y hasta su forma peculiar de hablar el español, por otro, se han asimilado al sistema de vida norteamericano o al de las otras islas donde se han asentado. Muchos antillanos hoy son profesionales y no faltan los escritores quienes, ya en inglés, ya en español, o en una combinación de ambos idiomas, sienten que tienen algo que decir. Esta realidad, en ocasiones, hace repensar a los dirigentes de la cultura y a los intelectuales que residen en las islas, los planteamientos de la nacionalidad. ¿Son cubanos todavía los hombres y mujeres que salieron de Cuba a partir de 1960 y en la actualidad se sienten integrados a la cultura y formas de vida en Puerto Rico, en Dominicana o en los Estados Unidos? ¿Se consideran puertorriqueños los puertorriqueños de Nueva York, de Connecticut, de Washington o de La Florida? ¿Y los dominicanos que residen en Puerto Rico o en Nueva York? ¿Puede considerarse la obra de Julia Álvarez, En tiempo de las mariposas , escritora dominicana radicada en los Estados Unidos, una novela dominicana? ¿Y la de los cubanos como Zoé Valdés, Cristina García, Jesús Barquet y tantos y tantos escritores hoy radicados en Puerto Rico, La República Dominicana o los Estados Unidos? ¿Y la obra de los puertorriqueños como Esmeralda Santiago? Nosotros entendemos que sí porque la esencia de todas estas obras, el sentimiento que las anima y el alma que late dentro de ellas son cubanos, puertorriqueños o dominicanos según la nacionalidad de su creador. Los creadores de “ambas orillas” pertenecen a una sola cultura, un solo teatro, como si fuesen las dos caras de una misma y legítima moneda. Porque la verdadera unidad es la que muestra la riqueza de una diversidad de miradas. (Rine Leal, Teatro: 5 autores cubanos , Ollantay Press, 1995, p. XIV) Este tema de la emigración, desemboca, a su vez, en otro tema, el del regreso, en busca de la memoria olvidada, de los muertos o del paraíso perdido, con el consabido reencuentro que ha transformado la vida de todos. Numerosos cuentos y novelas cubanas contemporáneas tratan el tema: Waiting for snow in Havana , de Carlos Erie (novela) y la obra teatral, Nadie se va del todo , de Pedro R. Monge Rafuls, son solamente dos ejemplos. Nadie se va del todo es el drama de los “desterritorializados”, de las memorias truncas, de las gentes “extrañas” que por razones diversas se alejaron de su lugar de origen, temática que si bien se afianza en lo nacional, supera los marcos insulares para instalarse en una problemática universal. 9. Otro aspecto en común a la literatura de las islas antillanas es esa inclinación natural al sentido del humor, en otras palabras, al “relajo criollo”, corriente que subraya, en Cuba, Jorge Mañach en su ensayo “Indagación del choteo”. Esa natural inclinación al relajo antillano, desde una perspectiva sociológica, es una especie de resistencia a una realidad que se les hace difícil de transformar a los antillanos. El humor, el choteo, la parodia, como observamos en numerosos cuentos y ensayos de los puertorriqueños Ana Lidia Vega y Luis R. Sánchez y de los dramaturgos cubanos, Virgilio Piñera y Nicolás Dorr, son instrumentos que destruyen mitos, categorías, valores, estructuras, pero que a su vez, reconstruyen el medio social. Concluyo con unas frase de Virgilio Piñera: “Yo diría que el humor es un anestésico necesario para el dolor de la verdad” (Piñera, en Lunes de Revolución , No. 51, marzo, 1960, p. 39) . Con todos estos elementos característicos, definidores de una literatura peculiar, podemos concluir que Cuba, la República Dominicana y Puerto Rico, esta última isla pese a su condición política como territorio norteamericano, ya que conserva su cultura de raíces españolas y africanas, intacta, incluyendo el uso de la lengua española, la que comparte oficialidad con el inglés, lengua, esta última, que solamente las clases altas dominan, conforman una porción geográfica con características específicas y concretas, presentes en su literatura y no siempre tomadas en consideración por quienes han escrito y escriben la historia de la literatura iberoamericana. Todas estas características dan una fisonomía peculiar, sin lugar a dudas, a la literatura de las islas del Caribe hispánico. NOTAS Arciniegas, Germán, Biografía del Caribe , Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 10ma. Ed., 1973. Belaval, Emilio, Cuentos para fomentar el turismo , Río Piedras, Ed. Cultura, 1977. Bosch, Juan, Camino real , La Vega, República Dominicana, Imprenta El Progreso, 1933. Bosch, Juan, La muchacha de la Guaira , Santiago de Chile, Ed. Nascimiento, 1955. Caro, Néstor, “Cielo negro”, en Carlos Fernández Rocha y Danilo de los Santos, Lecturas dominicanas , Madrid, Ed. Playor, 1977. Franco, José L., Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe , La Habana, Empresas Consolidadas de Artes Gráficas, 1965.

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